Ponencia presentada por el Dr. Nelson Pineda Prada en el foro Proyección Histórica y Universitaria del Dr. Pedro Rincón Gutiérrez, realizado en la Cátedra Simón Bolívar de la Facultad de Humanidades y Educación, en Mérida, el pasado viernes 27 de enero 2023
Dr. Nelson Pineda PradaRecuerdo que en un diálogo con
“Perucho”, invocando las palabras del poeta Dionisio Aymará, le dijimos:
¿Quién
sino tú pudo
enseñarnos
el camino que conduce a la altura
donde
solo los más puros destellos
del espíritu habitan?
Y él, con el libro bíblico, el
Eclesiastés, en la mano, nos respondió: Todo tiene su momento, y todo cuanto
se hace debajo del sol tiene su tiempo. Hay tiempo para plantar y tiempo para
arrancar lo plantado. Tiempo de llorar y tiempo de reír. Tiempo de lamentar y
tiempo de danzar. Tiempo de callar y tiempo de hablar. Les pido, que
trasciendan mi tiempo, nos dijo. Construyan una universidad mejor a la que yo
edifique.
Decía Don Mario Briceño Iragorry que:
“Más que emoción romántica frente al pasado, la historia es existencia
ininterrumpida, vida que, al pasar y venir, se junta y confunde en el ´angor´
que anuda para el relieve de la hora de lo que fue con lo que será, tanto el
´futuro sido´ como el ser y el tiempo que esperan la hora del preterir”. Ya
que: Cuando se siente la historia con pasión de vida, comprendemos cómo en mirando
hacia los anales del pasado renovamos soleras valentísimas que ayudan a dar
tono a los caldos frescos”
La historia es un “juez” inclemente.
El hombre público está sometido a sus sentencias. Su actuar es del agrado de
unos; y, de otros, recibe la condena.
Con el Dr. Pedro Rincón Gutiérrez
ocurre algo de eso. Su obra universitaria recibe de unos, quizás de la mayoría,
aplausos y manifestaciones laudatorias; de otros la crítica de diversas
tonalidades, la cual, a decir verdad, no alcanza la dimensión de ser
condenatoria.
Y es que, desde aquel 4 de febrero de
1958, en que fue designado por la Junta Revolucionaria de Gobierno, como Rector
de la Universidad de Los Andes, comenzó un proceso de transformación de esta
casa del saber, que fue indetenible hasta 1972. La ULA dejo de ser una
universidad provinciana, aislada de las demás casas del saber nacional, por
tanto, desconocida, para convertirse en una verdadera universidad nacional,
comenzó, incluso a adquirir reconocimiento internacional. La ULA se hizo
universidad.
Y es que, con
“Perucho” la Universidad de Los Andes se hizo andina, la creación de los
núcleos universitarios en Táchira y Trujillo, le confirieron a nuestra
El Dr. Néstor López, en el homenaje
que se le tributó al Dr. Pedro Rincón Gutiérrez, con motivo del décimo quinto
aniversario de su desaparición física. Afirma que: “Sus planes de
transformación de la Universidad se basaron en dos premisas fundamentales:
Desarrollo de la planta física y audaces planes de formación del personal
docente y de investigación, que le permitieran un crecimiento universitario
planificado, en función de la búsqueda del nivel académico que debe tener una
universidad de prestigio. Bajo el mandato de Pedro Rincón Gutiérrez, la
Universidad de Los Andes crece y se moderniza”.
Y es que, con “Perucho” la
Universidad de Los Andes se hizo andina, la creación de los núcleos
universitarios en Táchira y Trujillo, le confirieron a nuestra Alma Mater, una
mayor dimensión espacial. Hecho que tiene una gran importancia para nuestra
región, porque es la manera como la ULA da su contribución al desarrollo
regional. Pero, sobre todo, con el Dr. Pedro Rincón Gutiérrez, el Rector de la
Dignidad, el Rector de Rectores, la Universidad de Los Andes se hizo una
Universidad popular y democrática. De puertas abiertas, en donde la
confrontación de ideas y pareceres políticos, religiosos, económicos, sociales
y culturales, que formaban parte del nuevo ethos del ser social
venezolano, pudiera realizarse, sin otra limitación que la que le impusiera el
debate mismo.
La ULA en vez de
haber avanzado, en estos últimos años, hacia un “futuro siglo”, hacia un futuro
deseado, o como tan hermosamente se recoge en el habla popular en nuestro
pueblo de montaña: si la Universidad de Los Andes “fuera sido”, lo que la mayor
parte de su comunidad deseaba, la memoria del Dr. Pedro Rincón Gutiérrez,
“Perucho”, habría sido honrada y él estaría disfrutando la tranquilidad de su
sepulcro.
Es por ello que, recordar a
“Perucho”, en esta hora tan aciaga que vive la Universidad de Los Andes, nos
produce un gran dolor. Y es que, la Universidad de Los Andes que hoy tenemos,
no es ni la existente antes de la llegada de “Perucho”; como tampoco, la
construida por él. Por lo que, como ha dicho el Dr. Roberto Rondón Morales, en
un texto publicado por la Academia de Mérida, necesario es “recordar el
esplendor de la Universidad de Los Andes, no como consuelo sino como reto, ante
el desmoronamiento intelectual, emocional y humano de esta institución,
instaurada con tesón, sacrificio e idearios por más de dos siglos y por gestión
de decenas de Rectores, y ahora sometida a la indolencia, al abandono y a la
decrepitud desde hace un decenio”.
“Perucho” ha venido a encontrarse con
nosotros para que evaluemos sus aciertos y sus errores. No para que hagamos de
él y de su obra un cartapacio de lisonjas y elegías. Por lo que, jamás
sentiremos el profundo valor y la responsabilidad plena del ser social
universitario sino sentimos, con todo nuestro vigor, los vínculos que nos unen
a nuestra Alma Mater.
“Perucho” ha venido a encontrarse con
nosotros para que evaluemos sus aciertos y sus errores. No para que hagamos de
él y de su obra un cartapacio de lisonjas y elegías. Por lo que, jamás
sentiremos el profundo valor y la responsabilidad plena del ser social
universitario sino sentimos, con todo nuestro vigor, los vínculos que nos unen
a nuestra Alma Mater.
La ULA en vez de haber avanzado, en
estos últimos años, hacia un “futuro siglo”, hacia un futuro deseado, o como
tan hermosamente se recoge en el habla popular en nuestro pueblo de montaña: si
la Universidad de Los Andes “fuera sido”, lo que la mayor parte de su comunidad
deseaba, la memoria del Dr. Pedro Rincón Gutiérrez, “Perucho”, habría sido
honrada y él estaría disfrutando la tranquilidad de su sepulcro.
“Perucho” ha venido
a encontrarse con nosotros para que evaluemos sus aciertos y sus errores. No
para que hagamos de él y de su obra un cartapacio de lisonjas y elegías. Por lo
que, jamás sentiremos el profundo valor y la responsabilidad plena del ser
social universitario sino sentimos, con todo nuestro vigor, los vínculos que nos
unen a nuestra Alma Mater.
Por eso, seguimos conversando con
José Vicente Scorza, quien no deja de militar en su irreverente conducta de
edificar una universidad mejor, productora en verdad de ciencia y conocimiento.
Por eso, desde corta distancia, oímos el predicar de Don Mario Spinetti, sobre
la necesidad de formar un médico con un alto valor humano, que no haga a un
lado su juramento hipocrático. Por eso, seguimos teniendo presente las
enseñanzas de Carlos Emilio Muñoz Ora, sobre las primeras constituciones de
Venezuela republicana, para explicarnos los propósitos del primer Proyecto
Nacional de las clases dominantes de la Venezuela decimonónica. Por eso, con la
mayor atención oímos al Maestro Juan Astorga de Anta, explicándonos el rol de
Las Meninas en el cuadro de Velázquez: La familia de Felipe IV, para entender
las diferencias sociales. Por eso, seguimos atentos a las explicaciones de
Asdrúbal Baptista, sobre el capitalismo rentístico. Por eso, renovamos nuestras
conversaciones, con Leonel Vivas, quien nos ilustro sobre la importancia de la
geografía en los estudios históricos. Por eso, andamos tras Don Carlos César
Rodríguez, para robarle sus enseñanzas sobre el buen ser. Por eso, nos
incorporamos al diálogo que el Maestro José Manuel Briceño Guerrero, frente al
busto de Don Andrés Bello de la vieja sede de la Facultad de Humanidades,
sostiene -con alumnos y profesores-, acerca del pensar y reflexionar sobre
América, a partir de sus tres minotauros. Miramos la sierra y nos entristecemos
al ver que las cinco águilas blancas perdieron su vestimenta. Pero, un ahíto de
amor nos devuelve la esperanza, porque al Poeta Ramón Palomares, el “pajarito
que venís tan cansado”, le confesó que era Polimnia.
Seguimos deleitándonos con las
melodiosas interpretaciones que nos regala el Orfeón Universitario. Seguimos
asombrados con el diálogo que Javier Villafañe mantiene con sus títeres.
Seguimos preguntándole a Carlos Contramaestre, sobre su “Homenaje a la
Necrofilia”. Recordamos, entonces, a César Rengifo, a Salvador Garmendia, a
Edmundo Aray, a Rafael Gallegos Ortiz quienes, entre otros, estuvieron al
frente de la Dirección de Cultura de nuestra Universidad. Era la ULA de
“Perucho”.
Cada vez que vamos a Santa Elena,
Campo de Oro y Santa Juana, nos topamos con decenas, tal vez cientos, de
compadres y ahijados del Dr. Pedro Rincón Gutiérrez, “Perucho”. Y es que él
hizo realidad aquella frase cuya autoría le es atribuida a Don Mariano Picón
Salas de que “Mérida es una universidad con una ciudad por dentro”.
No tengo la pretensión, mucho menos
la intención, de establecer un parangón entre el Libertador Simón Bolívar, el
más Grande Hombre de América; y el Dr. Pedro Rincón Gutiérrez “Perucho”. Pero
hay un texto del excelente escritor colombiano William Ospina, en su obra: En
busca de Bolívar; y que, hoy quiero compartir con ustedes, en este acto,
que es un momento de reflexión.
Aun cuando “Perucho”
y la Universidad son una sola cosa. Me resisto a compartir la idea de hacer del
Dr. Pedro Rincón Gutiérrez, “Perucho”, un símbolo; me atemoriza la idea de
convertirlo en una fábula, en un “mito moderno”. Nos interesa muchísimo más el
“Perucho” que introdujo la Universidad de Los Andes a la democracia y el
“Perucho” que la hizo andina; que el “Perucho” de cuadros y monumentos. Nos interesa
el “Perucho” vivo, el pensador y reflexivo.
Dice el poeta colombiano, en
referencia al Libertador Simón Bolívar, que: Bastó que muriera para que
todos los odios se convirtieran en veneración, todas las calumnias en
plegarias, todos sus hechos en leyendas. Muerto, ya no era un hombre sino un
símbolo. La América Latina se apresuró a convertir en mármol aquella carne
demasiado ardiente, y desde entonces no hubo plaza que no estuviera centrada
por su imagen, civil y pensativa, o por su efigie ecuestre, alta sobre los
Andes.
Aun cuando “Perucho” y la Universidad
son una sola cosa. Me resisto a compartir la idea de hacer del Dr. Pedro Rincón
Gutiérrez, “Perucho”, un símbolo; me atemoriza la idea de convertirlo en una
fábula, en un “mito moderno”. Nos interesa muchísimo más el “Perucho” que
introdujo la Universidad de Los Andes a la democracia y el “Perucho” que la
hizo andina; que el “Perucho” de cuadros y monumentos. Nos interesa el
“Perucho” vivo, el pensador y reflexivo. Porque su obra, por mucho que haya
sido desmejorada, permanece como él la concibió, abierta.
“Perucho” fue un hombre progresista.
Y lo fue porque siempre tuvo confianza en el ser humano, en el pueblo. Quizás
haya sido por esta razón que algunos lo definieron como un hombre de izquierda.
Su liderazgo lo construyó por medio de un diálogo permanente. A través de un
hermanamiento de todos los miembros de la comunidad universitaria, a los que
consideraba seres idénticos, merecedores de un trato guiado por el respeto de
la dignidad de cada uno; hizo de la fraternidad un Don. Hizo de la amistad un
compartir entre iguales. Una igualdad en el relacionamiento social que hacía de
la responsabilidad y el mérito, valores éticos que respetaban “las diferencias
que otorgan identidad”. Ser tolerante fue una de las cualidades que mayormente
lo identificaron.
La incertidumbre se ha apoderado de
la ULA. Aunque nos cueste aceptarlo, nuestra Alma Mater no ha entrado al
siglo XXI. No se trata de buscar responsables de dicha situación: “Quien
éste libre de pecados, que lance la primera piedra”.
Entendamos que vivimos un tiempo de
grandes contradicciones; y que, un comportamiento político serio nos obliga a
cabalgar sobre ellas. Porque los tiempos de cambio, son tiempos de tensiones.
y, “esas tensiones hay que vivirlas en toda su riqueza”.
Y, en esto de encontrarle salida a
las dificultades, “Perucho” fue un Maestro. Poseedor de una visión dialéctica
de las vividas, siempre encontró alternativas para superar las crisis. Fue un
convencido de que la Universidad debía estar guiada por una racionalidad
académica; y no, “empujada sonámbulamente por una dialéctica de necesidades
errantes y fuerzas ciegas”.
Pues bien, es necesario pensar la
Universidad. Porque pensar nos ayuda a modificar las impresiones y a
transformar las percepciones. Nos ayuda, asimismo, a lograr que lo superficial
se vuelva profundo, y que lo aparente se vuelva esencial. Porque pensar es
lograr que los conceptos nos guíen y no los sentimientos.
Pero es necesario, igualmente,
reflexionar sobre la Universidad. Necesitamos conocer los detalles de su
universo humano. Necesitamos enlazar lo superficial con lo profundo y
lo aparente con lo esencial. Necesitamos definir qué es lo principal y lo
sustancial de nuestra Alma Mater. Los habitantes de este mundo llamado
Universidad de Los Andes, estamos convocados a reflexionar sobre ella sin
descanso. Estamos obligados a impedir que cualquier visión fatalista se apodere
de nuestro pensar y reflexionar sobre la casa que nos formó, porque nuestro
objetivo, nuestro fin, como miembros de su comunidad, es devolverle la Majestad
que nunca debió perder.
Resulta evidente,
sin embargo, que sólo la comprensión profunda de las características y
naturaleza de la actual crisis universitaria nos permitirá avanzar en el
análisis de cualesquiera de sus manifestaciones particulares. Crisis que no
puede ser radicada sólo en la esfera de lo académico, sino que abarca todos los
aspectos esenciales de su estructuración.
Creyentes somos de que el estudio en
profundidad y la comprensión interior de los procesos que encara la
Universidad, pueden sustentar estrategias sólidas y valederas de transformación
académica. No solo para la Universidad de Los Andes, sino para la universidad
venezolana. La crisis universitaria ha puesto de relieve la urgente necesidad
que tienen nuestros centros de educación universitaria de emprender profundos
cambios en sus estructuras académicas, administrativas y de relacionamiento con
la comunidad.
Resulta evidente, sin embargo, que
sólo la comprensión profunda de las características y naturaleza de la actual
crisis universitaria nos permitirá avanzar en el análisis de cualesquiera de
sus manifestaciones particulares. Crisis que no puede ser radicada sólo en la
esfera de lo académico, sino que abarca todos los aspectos esenciales de su
estructuración.
Cuando ello lo
logremos, miles de voces se alzarán para decirle a “Perucho”, que la
Universidad de Los Andes, sigue siendo su:
Santuario de ideales donde la lucha esgrime
Sus portentosas armas con fin derrocador...
Donde el sudor es sangre y el corazón no gime
Para alcanzar la cima con paso vencedor
Muchas
gracias