A los héroes se les exige actuaciones excepcionales, grandes sacrificios y actos de redención, a los líderes se les pide una interpretación del mundo, una conducción social exitosa y una estrecha comunicación con un colectivo humano. La conducta de Pedro Rincón Gutiérrez fluctúa entre estos dos modelos de autoridad. En este escenario de reconstrucción de la memoria histórica se ha repetido la apreciación sobre el papel que desempeñó el personaje en la transformación de una ciudad y de una universidad. Se ha dicho que es un punto de ruptura, una inflexión histórica que hizo cambiar un ambiente tradicional y provinciano a un proceso de cambio modernizante (Pineda, Rondón Morales, Pascucci). También se ha señalado que el Dr. Rincón cultivó las virtudes capitales que heredamos de los griegos, especialmente la prudencia para hacer viable sus ideales de justicia y libertad (Rondón Morales, Pedro Rivas, Amado Moreno y Lester Rodríguez). Un liderazgo forjado con estos ideales y con una vocación de servicio público, ajeno a los vicios tradicionales de la élite política latinoamericana, deja un legado que aún requiere de una interpretación profunda.
A los héroes se les exige actuaciones excepcionales, grandes
sacrificios y actos de redención, a los líderes se les pide una interpretación
del mundo, una conducción social exitosa y una estrecha comunicación con un
colectivo humano. La conducta de Pedro Rincón Gutiérrez fluctúa entre estos dos
modelos de autoridad.
Todo ser humano carga una
ciudad por dentro. En muchos casos no pasa de pequeñas comarcas y algunos
llegan a alcanzar el estatus de megalópolis. Son procesos dinámicos que viven
fases de aceleración y fases de ralentización, son sistemas abiertos en un
intercambio constante que generan productos y se alimentan de las
particularidades de otros sistemas, creando redes complejas que terminan en un
interdependencia como Eywa en Pandora, según la ficción cinematográfica de
Avatar, o los polos de la Tierra y las corrientes termohalinas de los océanos,
uno de los factores responsables del equilibrio térmico del planeta. Una vida
humana es un complejo tejido de relaciones, son muchos los colores y muy
diversa la calidad de la materia prima empleada.
Pedro Rincón Gutiérrez muestra desde una temprana edad
cualidades personales como la serenidad, la curiosidad intelectual y la
devoción por valores trascendentes, muy apreciada en los colegios salesianos y
jesuitas
Perucho, el saleciano
Algunos dicen que un líder se
construye desde una temprana edad, otros señalan que emerge de las
circunstancias, para muchos es una combinación de atributos personales y
contextos favorables que moldean a través del tiempo la personalidad y la
habilidad de un individuo para asumir la conducción de un colectivo humano, así
como saber interpretarlo y representarlo. Pedro Rincón Gutiérrez muestra desde
una temprana edad cualidades personales como la serenidad, la curiosidad
intelectual y la devoción por valores trascendentes, muy apreciada en los
colegios salesianos y jesuitas. De los primeros aprendió a cultivar la
reflexión y la meditación; de los jesuitas aprendió a desarrollar un enfoque
práctico en la educación de los jóvenes, sin que ello descuide la formación en
la fe y el cultivo de la espiritualidad. Uno de los valores que encontramos con
más frecuencia en sus discursos es la promoción de la justicia social y asumir
a la educación como el medio por excelencia para luchar contra la pobreza. Esta
idea no viene de la política sino del ideario jesuita que aprendió con sacerdotes
como el padre Goicochea, director del Colegio San José: “Nuestra gratitud y admiración está con los profesores que nos
enseñaron a no temer a las ideas y a respetar las ajenas, que nos orientaron en
actividades humanísticas sin alentarnos reservas frente a la ciencia, en fin,
recordamos todo aquello que afirma lo que es vocación de servicio, espíritu de
disciplina y disposición al trabajo en los jóvenes de aquella generación”.
(Entrevista publicada por el diario La Opinión, Mérida, 20 de agosto 1967).
Se ha recordado en este
escenario la admiración que Don Pedro les tenía a los evangelistas y primeros
cristianos: “Siempre me ha atraído la
doctrina de los primeros ideólogos del cristianismo (Orígenes, Tertuliano); la
encuentro -quizás por la proximidad en el tiempo a Jesús- mucho más cercana al
más puro ideal. Creo que en los escritos y en las prédicas de ellos (siglo I al
IV) está explícita la tesis comunitaria que ahora en el siglo XX está tan en
boga, me agrada poco la actuación de los cristianos de la Edad Media; y me
entristece todo lo que huela a Inquisición, incluyendo los procedimientos
inquisidores y de "caza de brujas", que han llegado hasta nuestros
días, cualquiera sea la ideología en cuyo nombre se los practica”.
Jesús no fundó una Iglesia
sino una comunidad religiosa distinta de Israel. Esta comunidad creció después
de su muerte, integrando a los cristianos judíos y los cristianos gentiles. El
amor a Dios y a nuestros semejantes que aparece en la Biblia hebraica, se
convierte en el fundamento del nuevo mensaje religioso. La tradición
judeo-cristiana concibe la transformación del mundo bajo una concepción
milenarista: con el advenimiento del Mesías, el apocalipsis y la redención de
la humanidad. Estas ideas han sido uno de los fundamentos de la cultura
Occidental: la política, la economía, las ciencias y las artes se han
desarrollado bajo ese sustrato simbólico, han cambiado la explicación religiosa
y se han adaptado a las exigencias del pensamiento racional, se han
secularizado. Las propuestas utópicas de
la modernidad se inscriben en las mismas ideas de redención del milenarismo cristiano e islámico y los
antiguos mitos griegos. Algunas enfatizan en la igualdad social, en el libre
acceso a los bienes disponibles, en la liberación del trabajo y en el fin de la
propiedad privada (socialismo utópico, Owen y los niveladores ingleses,
anarquismo, marxismo). Otras ven en el desarrollo de las ciencias y las
tecnologías el medio liberador por excelencia, en la creación de un orden
político ajustado a las exigencias de la optimización racional, en la existencia de una economía en perfecto equilibrio entre las
demandas y la producción de bienes y servicios, y en unos ciudadanos en
armonioso comportamiento (saintsimonianos, Comte, Bacon, neoconservadores
norteamericanos). El ideal de una vida comunitaria plena es una añoranza de una
etapa previa al pecado original de desobediencia a las prohibiciones divinas;
sea el consumo de la fruta prohibida del árbol del bien y del mal, sea el robo
del fuego atribuido a Prometeo, sea el egoísmo humano y la apropiación del
excedente que destruye la comunidad primitiva y su reino de libertad (Rouseau,
Marx). El advenimiento de un nuevo mundo para los jacobinos era posible
mediante la revolución y sus violentas contracciones, para otros, como los
reformistas socialdemócratas y los liberales, era un proceso largo, mediante el
desarrollo de la industria, la razón científico-técnica y las libertades
ciudadanas. Somos herederos de estas ideas, son transversales a toda nuestra
cultura y siempre están presentes en nuestro ideario colectivo.
Aquí encontramos un nudo
problemático en la concepción del mundo del Rector Magnífico. Se apoya en
encíclicas como "Mater et Magistra" y "Populorum
Progressio", en la obra de pensadores cristianos como Karl Barth, y Teilhard
de Chardin. Con el primero comparte el rechazo a la teología tradicional
integrista y asume la propuesta de retomar las fuentes del Evangelio, es decir,
un cristianismo más primario y humano, esto significa que el amor a Dios y al
prójimo debe ser más vivencial y menos
retórico. La gran corriente cristiana de participación social floreció a partir
de este pensador. En América Latina fecundó uno de los pocos movimientos
intelectuales originales como lo fue la Filosofía de la Liberación. Esta
tendencia dispone de una influyente tribuna en Francia con la revista Sprit,
dirigida por el filósofo Emmanuel Mounier, quien se propone rescatar un
socialismo no marxista, y hacer converger el progresismo liberal moderno con la
esperanza cristiana. Teilhard de Chardin se adscribe a esta tendencia, rechaza
el integrismo de los personalistas (Maritain y sus discípulos) y apoyándose en
tesis hegelianas y darwinianas, explora el oscuro origen del hombre hasta
alcanzar el “punto omega”, la segunda venida de Cristo. El personaje que nos
ocupa, el Dr. Rincón, decía en una entrevista a la prensa local: “Personalmente me atrae todo camino que
busque lograr una equitativa distribución de los bienes de consumo y los de
producción. Eso sí que no se quede en simples formulaciones o proclamaciones, sino
que sea doctrina en marcha”. (Ob. Cit.).
De este ideario podemos descubrir los fundamentos de una concepción del
mundo que explica la realidad que le ha tocado vivir y el programa de acción, para
movilizar voluntades con el fin de alcanzar objetivos de redención.
Perucho, el gremialista
El ingreso a la Universidad de
Los Andes de Perucho, como cariñosamente le llamaban en la familia y luego fue
utilizado por el personaje como mantra para promover un acercamiento con la
gente, significó el tránsito de un templo de la tradición religiosa a un templo
del saber secular institucionalizado, donde se propone aprender la ciencia
médica. La enfermedad y el sufrimiento han sido motivo de profunda preocupación
de los seres humanos desde sus más remotos orígenes. Un saber que nace de la
observación y la experiencia, se va complejizando con la incorporación del
simbolismo mítico y la práctica especializada de los oficiantes chamánicos.
Este saber que evoluciona con el ser humano ha alcanzado altísimos niveles de
complejidad. Para algunos es una inteligente combinación de conocimientos
científicos, destrezas personales y saberes instrumentalizados; para otros es
un arte y una ciencia, es la sabia combinación de saberes experimentales y
prácticas algorítmicas integrados en un magma de profundos sentimientos
humanos. Esta opción médica fue escogida por Rincón Gutiérrez, la convirtió en
vocación y lo llevó a profesionalizarse como médico partero, oficio del que
siempre se enorgulleció: “soy partero y Rector”, decía cuando lo imputaban como
profesional de la política.
El mejor historiador de Don Pedro no viene del oficio
profesional que se forma en las aulas universitarias sino de un médico que almacena
un valioso patrimonio documental, cultiva una piedad a la amistad y manifiesta
una vocación de servicio a la Universidad, tanto en la construcción
institucional como en la reflexión sobre el sentido y la importancia
socio-histórica. Les hablo del Dr. Roberto Rondón Morales, quien identifica las
fuentes que moldearon un paladín que “llevaba una universidad por dentro”, y
dice en uno de sus textos: “En la
conformación de su personalidad influyó también su hermano Gonzalo, humanista, y esculpió su formación
el Dr. Antonio José Uzcátegui, su maestro durante el ejercicio como médico
partero en el antiguo Hospital Los Andes y en la Maternidad de Mérida,
quien le inculcó la disciplina y la rigurosidad en el trabajo profesional y en
la defensa del ambiente”.
La primera escuela política
fue la lucha gremial. Venezuela vivía tiempos de gran activación social, el
Estado y los partidos políticos incentivaban las organizaciones civiles, como
una forma de romper con el modelo autoritario que le antecedió. Gremios,
sindicatos, junta de vecinos, organizaciones estudiantiles, cámaras,
federaciones y confederaciones de trabajadores y empresarios se constituyeron
progresivamente, movilizaron a la población y activaron la política. Mérida es
temprana receptora y promotora de este movimiento social, uno de ellos fue la
organización gremial de los médicos, dada la concentración de profesionales del
área, tanto por ser sede de importantes centros hospitalarios como por tener la
segunda universidad del país que formaba la mayor cantidad de médicos. La
creación del Colegio que los agrupaba y la construcción de la sede que los
reunía, fue la primera acción pública de Don Pedro. Con gran capacidad de
convocatoria y con habilidades ejecutivas, construyó una moderna sede gremial,
modelo para propagar iniciativas
similares que se extendieron por el país. Esta primera incursión en la
conducción de los profesionales de la salud, sirvió de catapulta para ser
promovido como la máxima autoridad universitaria comprometida en la
transformación universitaria, según las pautas de la naciente democracia
venezolana.
Perucho, el universitario
En cada ser humano se combinan
los telos que impone la biología, los que propone el contexto familiar y los
que cada individuo construye en sus fueros internos. Decía el gran maestro de
las letras francesas del siglo XVI, Francois Rabelais, “Trabajad cada uno según su propia vocación”. Este aserto del padre
Rabelais es tomado por Ortega y Gasset,
quien reemplaza al concepto de ‘carácter’ por el de ‘vocación’: “Al ser fieles a la vocación somos fieles a
nuestra propia vida, y por eso la vocación designa la mismidad y autenticidad
de cada ser humano”. Citamos a Ortega porque, según dicen algunos de sus
colaboradores más próximos, al Dr. Rincón Gutiérrez nunca faltaba un libro de
este filósofo español en su escritorio. Si queremos indagar en la personalidad
de Rincón Gutiérrez, aún falta por descubrir el nudo desencadenante que le
lleva a dedicar toda su vida a una vieja institución que aún vivía en sus
pasillos el fantasma monacal. Un primer acto de compromiso con una institución
y con su propia vocación, data de febrero de 1958 y se registra en la historia
de la ciudad y la Universidad. El Consejo Universitario designa al Dr. Rincón
como Rector encargado y recibe el apoyo del Gobierno, la Iglesia, las
organizaciones políticas, empresariales y estudiantiles. En acto público, se compromete
con el régimen político que inaugura la democracia y se propone transformar la
sociedad venezolana, asumiendo el reto de trabajar en la construcción de una
universidad en armonía con los grandes objetivos de la nación: “Una Universidad
que sea crisol de ciudadanos y matriz fecunda para que germine y aliente la
Patria del porvenir; una institución que capacite al hombre venezolano y lo
haga útil y necesario en el campo económico, en el político, y en lo social y
cultural. Que no continúe formando hombres aislados, sabios solitarios,
pensadores inadaptados”. Y más adelante agrega, “Luchemos
por una política universitaria sana y autónoma dejando la lucha partidista para
la asamblea y el mitin, para la plaza y el micrófono, para la página del
periódico y el discurso en los parlamentos. Volquemos nuestros esfuerzos hasta
lograr una "República de gente que estudia", República del bien, de
la tolerancia, de la comprensión y del estudio. La Universidad debe ser el
primer taller democrático. Preparemos por tanto nuestras herramientas en busca
de la libertad, de la verdad, de la justicia”.
Una
vez promulgada la nueva Ley de Universidades el 5 de diciembre de 1958, el
claustro universitario integrado por profesores y estudiantes, lo eligen Rector
y su gestión se inicia en 1959 hasta 1972. Cuatro años después retorna al cargo
en 1976 y luego en 1984. En total, durante 22 años la ULA fue dirigida y
gestionada por el Rector Pedro Rincón Gutiérrez
“Luchemos por
una política universitaria sana y autónoma dejando la lucha partidista para la
asamblea y el mitin, para la plaza y el micrófono, para la página del periódico
y el discurso en los parlamentos. Volquemos nuestros esfuerzos hasta lograr una
"República de gente que estudia", República del bien, de la
tolerancia, de la comprensión y del estudio. La Universidad debe ser el primer
taller democrático. Preparemos por tanto nuestras herramientas en busca de la
libertad, de la verdad, de la justicia”. Pedro Rincón Gutiérrez
En
este largo período podemos descubrir líneas maestras que orientaron la
actuación del personaje, en el desarrollo de la Institución universitaria de
Mérida. Podemos resumirla de la siguiente manera:
1. En
una primera fase, el optimismo y la pasión movilizaron los mejores talentos
nacionales, con el fin de construir un sistema político democrático que se
empeñara en la búsqueda de soluciones a los grandes problemas de la sociedad
venezolana. Muy temprano, esta expectativa empezó a mostrar fisuras. El interés
general fue desplazado por intereses partidistas y de algunos sectores
económicos, el pacto social se debilitó con la exclusión de organizaciones
políticas que mostraban diferencias en
la forma de avanzar en la reorganización institucional del Estado y en la
atención a los problemas de las mayorías populares. Estas contradicciones se
incluyeron en los debates universitarios, generando una violencia que enrareció
el ambiente académico. La política del optimismo democrático se debilitó, los
acuerdos de convivencia pacífica se quebraron, la violencia se convierte en
instrumento de grupos organizados que quieren generar un cambio, apartando la
política. Son días difíciles que requieren de inteligentes negociadores para
evitar males mayores. Es en este ambiente donde crece el liderazgo de Rincón
Gutiérrez y luego se agiganta, cuando retorna la paz, y comienza una fase
constructivista, transformadora de la Universidad y la ciudad.
2. Una
segunda fase, que se extiende por una década, estuvo marcada por el empeño del
Rector Magnífico en aprovechar las políticas económicas del Estado venezolano. El
modelo de la CEPAL proponía una política de industrialización, la creación de un
mercado de consumo y una capacidad empleadora para incorporar un mayor número
de trabajadores al proceso modernizador. La ULA y la ciudad fueron impactadas
con el crecimiento de la industria de la construcción. Son muchos los proyectos
arquitectónicos que se concretaron, gracias a los lobbys y las buenas
relaciones entre los gobernantes regionales y nacionales.
La universidad venezolana de los años
sesenta es producto de la sinergia de factores políticos e intelectuales del
país. La crisis de gobierno generado por el derrumbe de una dictadura, la
formación de una nueva élite política, la participación de sectores civiles en
la conformación de la nueva institucionalidad, y sobre todo, el pacto social
que favorece la gobernabilidad del país, constituyen el cuadro socio-político
donde se fragua la nueva universidad.
3. La
universidad venezolana de los años sesenta es producto de la sinergia de
factores políticos e intelectuales del país. La crisis de gobierno generado por
el derrumbe de una dictadura, la formación de una nueva élite política, la
participación de sectores civiles en la conformación de la nueva
institucionalidad, y sobre todo, el pacto social que favorece la gobernabilidad
del país, constituyen el cuadro socio-político donde se fragua la nueva
universidad. Venezolanos formados en las mejores universidades del mundo
occidental aportan sus ideas, convergen en la formulación de nuevos
dispositivos jurídicos y debaten sobre los modelos vigentes de las universidades
públicas. Podemos nombrar a los Drs. Francisco de Venanzi, Antonio Borjas Romero y Héctor
Guigni, rectores de las universidades autónomas, apoyados por el Dr. Edgar
Sanabria, miembro de la Junta de Gobierno, son los artífices del nuevo modelo
universitario. Autonomía, cogobierno, actualización académica, ampliación de la
oferta de carreras para la formación profesional, producir los conocimientos
demandados por la nación, articularse con la comunidad mediante servicios
asistenciales, culturales y educativos. Son estos los nuevos objetivos
institucionales. El Dr. Rincón es un joven Rector de una universidad de
provincia, con una gran capacidad para escuchar, procesar las nuevas ideas, saber acompañarse
de talentosos asesores, excelente relacionista público, incentivador de nuevos
emprendimientos académicos y un profundo sentimiento humano. Con estas
cualidades echa a andar un gran proyecto universitario, son muchos los
obstáculos que debe sortear, pero también son muchas las gratificaciones que
recibe.
4. Una tercera fase se inicia
a finales de los años sesenta. En medio del mayor movimiento de renovación
cultural de la sociedad occidental, que activa la protesta juvenil, los
movimientos sociales antinucleares y antibélicos, la lucha obrera contra el
despotismo fabril, el cuestionamiento contracultural de la sociedad de consumo,
el desafío al puritanismo moralizante y la experimentación neocomunitaria, el
estallido de una nueva sonoridad musical y el cuestionamiento en las aulas
universitarias del modelo magistral y la desactualización cognoscitiva. En
Venezuela surge el movimiento de Renovación Académica que sacude a todas las
universidades. Son muchos los avances que se logran y muchos los resentimientos
que se generan. Algunos excesos dieron pie a que se encresparan los ánimos, la
violencia se desbordara y el Gobierno tomara el camino del intervencionismo. El
allanamiento de la Universidad Central de Venezuela en 1969 y la Reforma de la
Ley de Universidades de 1970 marcan un cambio en el devenir universitario
venezolano. En una alocución a los médicos de la promoción “Autonomía
Universitaria”, el Rector Magnífico nos dice, con una claridad meridiana, que
una mayoría parlamentaria circunstancial aprueba un conjunto de normas para
darle paso al control oficial de las universidades autónomas: “Ahora bien, ¿puede una reforma
circunstancial, apresurada e inconsulta, de carácter marcadamente político y
punitivo, frenar el proceso de renovación iniciado, que, con todas sus
imperfecciones y vacilaciones, responde en lo profundo a una crisis general de
las estructuras universitarias en el mundo, a un proceso de cuestionamiento de
todos los valores cuyo factor desencadenante es la sociedad misma injusta y
deshumanizada? Seguramente no, ni siquiera temporalmente. El proceso de
transformación de la Universidad proseguirá, dentro de las mayores
dificultades. El momento no es de decepción sino de reflexión profunda, de
reagrupamiento, de rectificación de errores y búsqueda de objetivos superiores.
La Universidad vendrá a ser, con el esfuerzo de todos, realmente popular y
democrática”. A pesar de las vicisitudes de violencia política, esta etapa
estuvo signada por el predominio de
perspectivas optimistas que se inscribían en el proyecto cepalino de
desarrollo hacia adentro o en el proyecto de liberación anti-imperialista. La
sociedad volcaba su capacidad por construir un nuevo orden. Esta expectativa
duró hasta finales de los años setenta.
5. La cuarta fase corresponde a
una Venezuela donde el clima de desencanto, frustración y hasta de impotencia,
afecta a los más importantes sectores sociales capaces de provocar los cambios
que demanda la sociedad. Las políticas reformistas socialdemócratas y
democratacristianas cumplieron un importante papel de modernización hasta
finales de los setenta, los elevados ingresos petroleros que se recibieron a
partir de 1974, reventaron los sistemas de control público sobre la riqueza
petrolera, generando una gigantesca corrupción, que deterioró el sistema
político con sus instituciones, las políticas sociales orientadas a dotar de
infraestructura y capacitar a los sectores populares para mejorar su calidad de
vida, no escaparon de este sarcoma metástico. El aparato productivo pierde su
impulso y se escoge el camino de la sobreprotección y la especulación.
Pedro
Rincón Gutiérrez asume nuevamente el Rectorado de la ULA en 1976 por cuatro
años y retorna al cargo en 1984. Durante ocho años concentra sus energías en continuar
el proyecto renovador iniciado en los sesenta, pero son muchas las dificultades
que debe confrontar. De nuevo pone en marcha sus habilidades negociadoras,
retoma ideas planteadas durante la Renovación Académica como la
Departamentalización para cambiar la estructura de Facultades, Escuela y
Cátedras. Las presiones políticas nacionales alteraron los procesos internos de
cambio institucional y se impuso un crecimiento general de carácter
cuantitativo, que ocupó casi totalidad del tiempo de las autoridades en tareas
administrativas y los conflictos derivados de la masificación.
Termino
esta aproximación interpretativa de un personaje que debe ser analizado con
mayor profundidad. Nos maravilla la multiplicidad de obras ejecutadas, tanto
las tangibles como las intangibles, la extraordinaria capacidad para
comunicarse con sus semejantes sin discriminaciones jerárquicas, la fortaleza
de una ética de servidor público que lo aleja del ambiente sectario, líquido y
corroído de la élite política de la democracia petrolera. Que sean las propias
palabras del personaje que nos ocupa, las que queden flotando en la conciencia
de quienes hoy nos acompañan: “Quien renuncia a su profesión para dedicarse totalmente a la
tarea universitaria esperanzadora, no tiene pasta humana para la intriga y la
maniobra. El juicio que merezca mi actuación al frente de la Universidad se
hará a su tiempo, cuando la vista no se enturbie por intereses circunstanciales
o por aspiraciones burocrática”.
Agradezco
su paciencia
Roberto Chacón
Academia de Mérida
Grupo Miradas Múltiples
Mérida, 25 de mayo, 2023