A Norma Carnevali B.,
arquitecta, alumna, miembro correspondiente de la Academia, a quien tuve el
gusto de ver en este mismo lugar en ocasión de mi conferencia sobre Manuel
Mujica Millán, días antes de su sorpresivo partida
1. Itinerario infantil de un
obligado andariego
Por imposición de las circunstancias, no fue
Pedro Ángel de Jesús Rincón Gutiérrez lo que llamaríamos un niñito de su casa.
Sus biógrafos anotan la procedencia de un zuliano hogar, en familia bien
constituida, humilde aunque rica en amor y en prole, impactada por la pérdida
de hijos en epidemias y carencias de aquellos tiempos, y el deceso de Fermín,
el padre, dos años después de nacer el pequeño “Perucho”.
Para mantener su mermada familia, la siempre
recordada doña Vitalia, ya viuda, hubo de transformarse de ama de casa en
emprendedora, viéndose ante la disyuntiva de sostener sus precarias finanzas y
levantar a sus niños como gente de bien, dándoles la mejor educación posible. Para lograrlo, la madre de Perucho viajaba a Cúcuta, Maracaibo, Curazao y San Cristóbal (Salinas,
2009) mientras sus hijos eran atendidos en internados.
La escuela del profesor Rangel Lamus y los
salesianos, en Táriba, lo formaron en su infancia. Por importantes motivos en
los que no cabe ahondar ahora, quien sería llamado nuestro Rector de Rectores
fue trasladado a Mérida, en 1934 para ingresar como interno al ya prestigioso
Colegio San José. Aclaremos que jamás, en este afanoso itinerario, estuvo Peruchito separado del amor y sabiduría maternas, ni de la unión fraternal
con sus hermanos.
Así, el joven Pedro Rincón Gutiérrez se
radica para siempre en Mérida, con raíces que llegarán al corazón cívico y
afectivo de la serrana ciudad, enlazándose en mutuo nutrimento, para germinar
en el futuro que hoy nos hace reunirnos alrededor de estas palabras.
Su primera morada emeritense fue el San
José, en antigua casona, la cual abarcaba la mitad de la manzana comprendida entre las
Calles Zerpa, Vargas, Rangel y Bolívar (Cherini,
2007), y luego en el flamante conjunto que perdura hasta hoy. Allí residió
hasta sus estudios universitarios, al ofrecerle los padres
jesuitas tal facilidad en virtud del cariño y respeto que el joven
suscitaba como estudiante, como deportista, y natural líder de sus
compañeros.
Luego, la Facultad de Medicina de la Universidad,
la Maternidad Mérida, la Universidad toda, se tornarán en espacio vital para
él, espacio vital que se identifica con la capital andina misma y, desde ella,
con Venezuela y la humanidad entera. Desde Mérida habían de irradiar su magisterio
y su obra; nuestro propósito es que irradien -en sus muchas facetas- hasta hoy.
2. Urbs y civitas como cobijo y
estrado
Lo cívico y lo urbano son conceptos
indisolublemente ligados, pues ese artefacto, esa artificial hidra de millares
y millones de cabezas, que llamamos ciudad, está básicamente formada de esos
dos aspectos, cual aurículas y ventrículos de un corazón.
En la antigua cultura romana, urbs (urbis, en femenino, del que deriva la palabra "urbe")
designaba propiamente a la ciudad por antonomasia, espacio construido, conjunto
de edificios, calles e infraestructuras; la civitas en
cambio, era lo constituido por los ciudadanos que vivían en ella. Su frontera,
el pomerium, era sagrada, consagrada a los dioses. El área interna al
pomerium albergaba la vida civil, y fuera estaba el área de las funciones
militares, desprovista de los derechos que regían la civitas.
Para el
joven Pedro Rincón Gutiérrez, la capital montañesa se va constituyendo no
solamente en el destino que lo adopta y cobija, sino el estrado desde el cual
han de emanar virtudes e idearios.
La Mérida (cuyo nombre, por cierto, proviene
de la Augusta Emérita, urbis romana hoy Mérida de Extremadura) que
acoge al joven marabino, alberga peculiar civilidad. Universidad e Iglesia han
signado definitivamente la cultura emeritense, y la ciudad parece desperezarse,
en vísperas de la muerte de Juan Vicente Gómez, para emprender la primera
modernización. Aún la base económica es una abundante agricultura, y sus
vínculos comerciales van hacia Maracaibo y la frontera colombiana. La política
se moviliza en el hinterland merideño, siguiendo liderazgos personalistas cuyos
carismas llevan trazas de la tradición caudillista.
La Iglesia, el Colegio, y la Universidad
centran la dinámica intelectual, en armonía con una jerarquía eclesiástica que
se destaca por su nivel cultural, aunado a una fe cuya fuerza genera iniciativas
en pro del desarrollo cívico, espiritual, y urbanístico, de la villa. La vida
universitaria, y el florecimiento de órdenes y congregaciones que vuelven desde
otros países a instalarse en Mérida, dan a la ciudad un aire cosmopolita.
El rostro de Mérida se transforma decisivamente
entre 1930 y 1950 y, así, un ambiente que conserva la quietud provinciana de
otros tiempos, aunada a un ímpetu de modernización “sin prisas pero sin
pausas”, como va el dicho, consolida su fascinación entre las frescas brisas de
las sierras.
Para el joven Pedro Rincón Gutiérrez, la
capital montañesa se va constituyendo no solamente en el destino que lo adopta
y cobija, sino el estrado desde el cual han de emanar virtudes e idearios.
3. Ciudad universitaria y
ciudad-universidad
Se puede decir que el nacimiento de la
universidad está ligado al renacimiento de la ciudad en el bajo medioevo,
cuando las sedes catedralicias compiten con los monasterios como sedes de
transmisión del vasto legado del saber occidental (no olvidemos que durante la dominación
musulmana en Finisterre, los árabes se jactaban de ser “el occidente de
occidente”).
En las nuevas ciudades europeas del siglo XI
se de con relativa rapidez el modelo de relación profesor-alumno y el estilo de
vida que darían origen a la “universitas”, orientada no solamente a la
conservación y transmisión del saber, sino a la formación profesional y humana
de especialistas, magister en artes, útiles en ciertos campos de servicio a la colectividad,
y aptos a su vez para enseñar.
Bologna tuvo la primera Universitas y luego,
en los siglos Xll y Xlll surgieron otras universidades, como la de Paris,
Oxford, Cambridge, Palencia o Salamanca. Pronto atrajeron
estudiantes de toda Europa, invadiendo la ciudad y llenándola de diferentes
lenguas y culturas convergentes en la universidad. Desde el punto de vista de
la vida ciudadana, la gran afluencia de estudiantes resultaba interesante para las
ciudades, ya que se incrementaba la actividad comercial en todo tipo de sectores.
La ciudad y la universidad se entremezclaron en un tejido multifuncional en el
continente europeo.
Las universidades del Nuevo Mundo tendieron
a emular esta relación, salvo en América del Norte, donde ciudades
universitarias británicas como Oxford o Cambridge sirvieron de modelo para
construir una especie de ciudadela: el llamado campus universitario, externo a
la ciudad. De universidad-ciudad se pasó al modelo ciudad universitaria, el cual
vemos en nuestro país reproducido en la Universidad Central de Venezuela, la Simón Bolívar, la Católica
Andrés Bello y la Nacional Experimental del Táchira, por ejemplo. Esta
relación disminuye el impacto de la vida estudiantil en el tejido urbano y
consolida cierto aislamiento de la universidad respecto a la vida ciudadana.
4. La visión urbanística de
Pedro Rincón Gutiérrez
Es interesante investigar la procedencia del
especial interés que la arquitectura y el urbanismo suscitaron en el Doctor
Rincón. Su pasantía jesuítica, en un ámbito consciente de la importancia del
espacio construido, la funcionalidad y estética del mismo, y la relación filial
con el Doctor Antonio José Uzcátegui Burguera, su querido maestro, obstetra, y
promotor social además de precursor de los estudios ambientales en América
Latina, decano fundador de nuestra facultad de Ciencias Forestales, pueden haberse
coaligado con su indudable sensibilidad artística, para llamar su atención al
hecho urbano y su componente arquitectónico.
Según Decreto de fecha 5 de febrero de 1961,
se crea la Dirección de Planeamiento conforme a decisión del Consejo
Universitario de la Universidad de Los Andes, presidido por el
ciudadano Rector Pedro Rincón Gutiérrez, y Ramón Ignacio Prieto
García como Secretario. En 1967 es elevada a Dirección, para luego ser
denominada Dirección General de Planificación y Desarrollo (PLANDES),
cumpliendo funciones en Planificación Académica, Económica–Financiera y de
Planta Física.
El Doctor Rincón, devenido un hábil “scout”,
como son llamados los buscadores de talento en el Béisbol, atrajo entonces al
arquitecto vasco Iñaki Zubizarreta, artífice del plan de construcción
masiva de escuelas, liceos y universidades para toda Venezuela a lo largo de la
década 1960-1970. Zubizarreta había dirigido la nueva Oficina
de Arquitectura del Ministerio de Educación (antecesora directa de la FEDE) y
tomó las riendas de la nueva dirección ulandina, con la plena confianza y
amistad del rector.
Pero
continuemos, con palabras relativas a su personal visión de la relación
universidad-ciudad, pues en la misma alocución, el Doctor Rincón
confesaba: “Mi
idea de la institución no estaba basada en los campus universitarios que se
realizaban en el mundo, no, yo estuve muy influenciado por Mariano Picón Salas,
cuando dijo: «Mérida es una universidad con una ciudad por dentro.» Y así debía
ser la Universidad, que abarcara todo lo largo y ancho del territorio merideño.” (Idem).
Quiero citar aquí al Doctor Rincón mismo: “La idea del núcleo la Hechicera fue de un gran amigo, Iñaki Zubizarreta, él tenía muy
claro las ideas con respecto a lo que debía ser la Universidad. Constantemente
me decía: «aquí podemos hacer todas las escuelas del país, escuelas integrales
con un solo plan y financiado por los bancos internacionales».
Asimismo, pensaba en construir todos los hospitales requeridos
para atender las necesidades de la población, en fin, su lucha se centró en el desarrollo
de la institución. Él había sido director de Proyectos del Ministerio de Obras Públicas, y desde allí nos colaboraba mucho,
pues cada proyecto que gestionaba su departamento era requerido por la Universidad de Los Andes. Zubizarreta fue quien edificó la
Facultad de Ciencias Forestales con un modelo nuevo de estructuras, también construyó
los locales provisionales de la Facultad de Humanidades y Educación” (Sánchez). Durante la gestión
decanal de quien les habla, el rector sugirió invitar al Doctor Zubizarreta,
quien no pudo ya aceptar, lamentablemente.
Pero continuemos, con palabras relativas a
su personal visión de la relación universidad-ciudad, pues en la misma
alocución, el Doctor Rincón confesaba: “Mi idea de la institución
no estaba basada en los campus universitarios que se realizaban en el mundo,
no, yo estuve muy influenciado por Mariano Picón Salas, cuando dijo: «Mérida es
una universidad con una ciudad por dentro.» Y así debía ser la Universidad, que
abarcara todo lo largo y ancho del territorio merideño.” (Idem).
No solamente discordaba con la imagen del
campus aislado, sino imaginaba un interesante híbrido con núcleos que,
dispersándose en la ciudad, ayudasen a optimizar su trama, conservando al mismo
tiempo el orden y quietud de sus espacios para favorecer la actitud propia de
lo universitario. Conocedor de los planteamientos internacionales al respecto,
fue un entusiasta del proyecto Bakema-Candilis de universidad-trama, pensado para la
Universidad Libre de Berlín.
Desde su alto cargo universitario, jamás
ignoró los problemas de su ciudad, su querida urbis. La visión de este
ciudadano ejemplar de la civis-urbis que ha sido Mérida, no sólo soñaba con la
influencia académica y moral de la universitas sobre la ciudad y el territorio,
con una polis cuya vida se viese animada e inspirada por el ideal de convivencia,
tolerancia, justicia y progreso, que debe brillar en la Universidad, sino
soñaba también con una visión global del ambiente, utopía proyectada en la Facultad
de Ambientes Físicos, FACAF, facultad que vertebrase estudios e investigación
en carreras como arquitectura, ingeniería, urbanismo, geografia, forestal, etc.
Un ente holístico, un logro que hubiese culminado el hacer del Doctor Uzcátegui
Burguera. Un pomerium que diese albergue a los pájaros como a los hombres. ¡Su
universidad fue la ciudad; su ciudad fue la universidad!
Pedro
Rincón Gutiérrez quiso ver al mundo entero como su Urbis, desplegando, desde
Mérida, un amor por universidad y ciudad que lo llevó a conducirse como hombre
universal en lugares como la lejana Rumanía, donde fue designado embajador, y
dondequiera que fuese. Y fue,
nuestro Rector de Rectores, arquitecto y urbanista de su propio anhelo, quien
intuyó, proyectó y construyó la institución del saber como respuesta a la
ciudad a que tanto, desde su corazón, le debía. Construyendo,
aun sabiendo los males que hacían peligrar lo construido.
5. Un hombre katholikós
La palabra católico viene del latín catholĭcus, y éste del griego καθολικός (katholikós) y significa: UNIVERSAL,
lo que a su vez significa: que pertenece o se extiende a todo el mundo, a todos
los países, a todos los tiempos. El Doctor Pedro Rincón Gutiérrez, en su
generosa visión del ideal universitario, fue sin duda un católico y un katholikós.
Por una parte, su decir y actuar de hombre
público reflejan lo más puro del cristianismo paulino, el cristianismo para
todos los pueblos, abierto al diálogo y la redención para todos los seres
humanos como lo fue Jesús.
Sus relaciones con la Iglesia no obedecieron
a simple cálculo político y así lo percibieron los inteligentes pastores de la
arquidiócesis emeritense, con quienes trabajó por la paz. Por otra parte, la
amplitud que reviste la raíz griega del término, lo define perfectamente: UNIVERSAL, lo que a su vez
significa: que pertenece o se extiende a todo el mundo, a todos los países,
a todos los tiempos.
Pedro Rincón Gutiérrez quiso ver al mundo
entero como su Urbis, desplegando, desde Mérida, un amor por universidad y
ciudad que lo llevó a conducirse como hombre universal en lugares como la
lejana Rumanía, donde fue designado embajador, y dondequiera que fuese. Y fue, nuestro Rector de Rectores, arquitecto
y urbanista de su propio anhelo, quien intuyó, proyectó y construyó la
institución del saber como respuesta a la ciudad a que tanto, desde su corazón,
le debía. Construyendo, aun sabiendo los males que
hacían peligrar lo construido.
Toca a nosotros, ciudadanos y universitarios
de hoy, recoger la antorcha caída, sacudir las cenizas que cubren la ardiente brasa
que pareciera a punto de apagarse, y retomar incansables la construcción de esa
unidad y este ideal, como nos exhorta el T.S. Eliot en sus Coros de la Roca, “siempre luchando, siempre
reafirmándose, siempre reanudando la marcha por el camino
iluminado por la luz.”
¿Será para eso que estamos aquí?
Muchas gracias
Academia de Mérida,
Grupo de Miradas
Múltiples
Mérida, 26 de mayo 2023