
La visión, la circunstancia y los logros de la magnífica obra física, social, intelectual, académica y cultural del Rector Pedro Rincón Gutiérrez no fue sólo por recursos financieros y apoyo político, sino por una impronta personal y caracterológica que puso término al ciclo contemplativo, a la lenta construcción espiritual e intelectual y de éxtasis en que se encontraba la Universidad y Mérida, con predominio de “togas, mitras y agricultores”. A la Universidad se le propuso una innovación de la espiritualidad y la intelectualidad; y a la ciudad, un cambio de su geografía y demografía, con un movimiento centrípeto, de amplia socialización y autocontrol, que rompiera con el peso histórico y los atavismos que las cercaba, para convertirlas en un recinto de avanzada y progreso, en una vanguardia modernizadora para un país que no requería solamente recursos económicos, sino sedes para dar cabida a todas las ideologías, así como talento y desarrollo científico, social y artístico. Para este logro, un hombre común creó una circunstancia y una obra que lo identifica personal y perennemente
La visión, la circunstancia y los logros
de la magnífica obra física, social, intelectual, académica y cultural del
Rector Pedro Rincón Gutiérrez no fue sólo por recursos financieros y apoyo
político, sino por una impronta personal y caracterológica que puso término al
ciclo contemplativo, a la lenta construcción espiritual e intelectual y de
éxtasis en que se encontraba la Universidad y Mérida, con predominio de “togas,
mitras y agricultores”.
La gestión y los
resultados favorables y perdurables fueron consecuencia de varios factores: De
su comportamiento como ciudadano, de la comprensión de la fenomenología
nacional, de la convocatoria a formular una universidad global, y a la
inserción de este complejo en la vida de la ciudad.
El comportamiento como ciudadano.
Tuvo un origen campesino y humilde. Educado en primaria por los salesianos, quienes dedicaban sus enseñanzas preferentemente a la agricultura y a la artesanía, al trabajo manual, orientado por su carisma de “El pensamiento y las obras son amores y no buenas razones, que deben ser puestos en la práctica con una permanente disposición, solidaridad, adhesión y acercamiento con las comunidades y la gente, para ayudar”. En la Educación Secundaria, fue alumno de los jesuitas, colegio que orientó su pedagogía a la formación intelectual y de liderazgos sociales y políticos, con un carisma distinto al anterior: “Educar para ocupar posiciones de relevancia social, valores del trabajo y la organización”.
Agregó a este
formato inicial de formación de su personalidad y su carácter, las
orientaciones de su hermano mayor, Gonzalo, antropólogo marxista; la rígida
disciplina, la solidaridad humana y social, además del recato como partero de
mujeres pobres y ricas sin distinción, enseñadas por su maestro Antonio José
Uzcátegui, quien también lo comprometió en la defensa del ambiente. Tuvo personales lecturas sobre el cristianismo
primitivo, principalmente de Orígenes, caracterizado por la meditación, la
humildad y la escritura llena de alegorías; y de Tertuliano, apologista de la
defensa y vindicación de las ideas. De ellos, asumió la humildad, la meditación
y una prosa alegórica, poética y defensora de las ideas, sin crear dogmas. Se
agregó a su aprendizaje que la pérdida de la convivencia y del adelanto social
y político propuesto al país en 1945, después de un siglo de dictaduras
militares, se debió al sectarismo y la incomprensión de los civiles, que
tomaron a los partidos políticos, iglesias y otras asociaciones como frentes de
batalla. todo lo cual, dejó una lección impresa en el engrame cerebral de su
carácter y personalidad, complejos, que se expresaron en su impronta, también compleja
en la Universidad.
La universidad aparecía como una
promesa de unidad política nacional, y
humana porque, además en la mentalidad de este Rector, sabía que desde la antigüedad con Quintiliano y Macrobio,
se había concebido el término “universidad” como una totalidad de ideologías,
conocimientos y personas; concepción que por interpretación de Justiniano, y
sobre todo en la Edad Medida, se entendió
como una comunidad de colectividades humanas, de maestros y aprendices
con un espacio y un estatuto propio.
La
comprensión de la fenomenología nacional.
Su juventud pasó a
la adultez desde el ambiente religioso, bondadoso y ordenado
de la familia y de los colegios religiosos, a un orden externo autoritario y
turbulento, propio de un país que
se abría camino desde una sociedad rural individualista y aislada, que se
desplazaba en masas hacia a las ciudades, buscando un bienestar hasta ahora negado.
En las ciudades eran recibidas por un
complejo de influencias nuevas y desconocidas, originadas
en la modernidad política que abandonaba la tesis del “gendarme necesario”, que fue una alianza férrea y privilegiada de élites
gubernamentales, intelectuales,
religiosas y económicas que consideraban al pueblo como bárbaro, y que ahora era desplazada por obreros, gremios
profesionales y económicos, partidos socialcristiano, socialdemócrata y comunista, con militantes ateos, católicos, protestantes, liberales, socialistas,
agnósticos con los que aprendió a ser tolerante y conviviente por su tarea de médico y
gremialista, y porque comprendió que el éxito de este cambio social dependía del
factor clave de esta transformación que era la educación, tarea de todos y para todos, un gran paso de
la historia colectiva y personal que sólo se lograría con democracia porque el
conocimiento es progreso y civilización, ambos propiedad y legado de todos, sin
límites de espacio ni tiempo para quien los solicitara, abierta para pobres y
ricos, y con cabida para todos los
saberes, ideologías y personas. La universidad aparecía como una promesa de
unidad política nacional, y humana porque, además en la mentalidad de este
Rector, sabía que desde la antigüedad
con Quintiliano y Macrobio, se había concebido el término “universidad” como
una totalidad de ideologías, conocimientos y personas; concepción que por
interpretación de Justiniano, y sobre todo en la Edad Medida, se entendió como una comunidad de colectividades humanas,
de maestros y aprendices con un espacio y un estatuto propio.
En
ese contexto, una Universidad y una Ciudad buscaban ese camino y su conductor.
Ambas venían de un
siglo de obscuridad y abandono. La ciudad con sólo edificaciones de dos pisos de
colegios religiosos, Inmaculada y San José y sedes gubernamentales. Incipientes
salidas del encierro urbano con las Avenidas Urdaneta y Tulio Febres Cordero, formación
de barrios periurbanos, comercio menor y escasas industrias artesanales. Una
universidad constreñida a un edificio viejo en el centro de la ciudad, monacal,
profesionista en seis clásicas Facultades, donde privaba el maestro, la lección
y la memorización.
La Universidad Democrática y Autónoma en 1958 fue un
logro de la unidad nacional. Fue la síntesis de intelectuales, artistas,
dirigentes políticos, gremiales, sindicales, económicos, militares y
eclesiásticos en torno a la Ley de Universidades, promulgada el 5 de diciembre
de 1958, por el Dr. Edgard Sanabria, presidente de la Junta de Gobierno.
En este ambiente, los dirigentes políticos democráticos al regresar del exilio, declararon con vehemencia sobre la necesidad de la unidad nacional, ya que la división había traído el gran castigo del caudillismo militar que había impedido la consolidación de instituciones y ciudadanías fuertes.
La Ciudad y la Universidad sintieron que “Se necesitaba un hombre que entendiera la historia y los personajes, que comprendiera la época en que se desarrollaban los eventos locales y universales. Que no minimizara los tenues rumores ni magnificara el engañoso tremedal de los eventos inexorables”, según Julián Aguirre. El escogido desde antes del derrocamiento del dictador, fue Pedro Rincón Gutiérrez, pero a pesar de esto, fue convocado para conformar una Junta Cívica contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez con destacados líderes políticos merideños, Carlos Febres Poveda de COPEI, Rigoberto Henríquez Vera de AD y Omar Eladio Quintero de URD. Empezó así, a personificar a la unidad y a la convivencia política.
La Universidad
Democrática y Autónoma en 1958 fue un logro de la unidad nacional. Fue la
síntesis de intelectuales, artistas, dirigentes políticos, gremiales,
sindicales, económicos, militares y eclesiásticos en torno a la Ley de
Universidades, promulgada el 5 de diciembre de 1958, por el Dr. Edgard
Sanabria, presidente de la Junta de Gobierno.
La convocatoria a formular una universidad global.
La Ley de Universidades fue expresión no sólo de unidad política nacional, sino también de conciliación de las corrientes del pensamiento universitario mundial en manos de sus redactores, y que quedaron expresadas en sus Principios Fundamentales.
Fue redactada por científicos, educadores, políticos y parlamentarios con formación en el exterior, que amalgamaron el pensamiento universitario universal en esos Principios, los Drs. Francisco De Venanzi, presidente de la Comisión, formado en Yale; José Luis Salcedo Bastardo, secretario, Fundador de Academias, Director Ministerio de Educación; y los profesores Jesús María Bianco, Vicerrector, Parlamentario; Rafael Pizani en Bruselas; Foción Febres Cordero en Michigan, José Antonio Mayobre en Londres; J.M. Siso Martínez en México, Humberto García Arocha en Yale y Mc Gill, Ernesto Mayz Vallenilla en Gottinghen, Fredburg y Munich; y el Br. Edmundo Chirinos, representante estudiantil.
La disposición de un
ciudadano, la unidad política del país, la convergencia de las corrientes del
pensamiento universitario mundial y las esperanzas de la ciudad y de la
Universidad quedaron bajo el resguardo de un ciudadano y su circunstancia, un
rector de la unidad y de la conciliación, designado en febrero de 1958 y electo
en 1959, acompañado de autoridades representativas de la opinión política
nacional, AD y COPEI.
Reconocidas estas bases de partida, levantó los pilares de la ULA, el 19 de diciembre de 1958, cuando el Dr. Edgard Sanabria entregó copia caligrafiada de la Ley de Universidades a los rectores Francisco de Venanzi, Pedro Rincón Gutiérrez, y al Br. Edmundo Chirinos
Allí en la solemnidad de este primer acto naciente de la nueva institucionalidad manifestó su adhesión y cumplimiento a los Principios Fundamentales de la Ley de Universidades: “Sería un sitio para dignificar y enaltecer el saber en profesionales con jerarquía moral e intelectual y desde la Independencia. Sería hogar y matriz para la ciencia y laboratorio para las técnicas, taller de acción positiva, cátedra de justa y armónica democracia y servicio a la sociedad al extender hacia ella sus saberes”. “Sería casa de luz y ambiente de quietud pasiva para la creación intelectual, y de paz donde la tierra se vitaliza y el turbión de agua se amansa con el diálogo y el avenimiento. Hogar para cogobernar con profesores y estudiantes que lleve al trabajo creador, a la lectura medulosa para decidir en apacible convivencia, en donde la fuerza espiritual, intelectual y material de profesores, estudiantes y trabajadores cumplan los principios fundamentales sobre los que se creó la Universidad democrática y autónoma venezolana”.
Una Universidad para todos.
La Universidad en su concepción original y universal tiende a ser exclusivista. Pedro Rincón Gutiérrez la hizo democrática por el origen de la autoridad y su ejercicio, y por el cogobierno; y por ser distribuidora del conocimiento y formadora de talento para todos, sin restricciones al ingreso, y gratuita. A la vez, la hizo científica para la generación de conocimientos que aumentaran el acervo científico, filosófico, humanístico y social, y para solución de problemas de las comunidades. Sería centro de desarrollo del espíritu y de sublimidad del hombre con el arte. Todos tenían cabida amistosa y coexistencia en esta universidad. Era de todos, no de privilegiados.
También porque orientó una universidad tolerante y conciliadora. Las luchas partidistas llegaron pronto en 1960, con un escenario de desestabilización política. luchas callejeras, terrorismo, guerrillas que impactaron a la universidad, en donde un hombre de unidad, tolerancia, comprensión y convicciones, y confianza de los órganos oficiales, jugó un papel determinante en ese vendaval, sin que se hubiera podido evitar el sacrificio de vidas jóvenes en las refriegas.
El timón en esa
tempestad estuvo en manos de Pedro Rincón Gutiérrez, quien hizo como salvavidas,
la consigna: A mayor crisis, mayor universidad, mayor autonomía, mayor
democracia y mayor academia. La
universidad no pudo rehuir ser un escenario de las luchas partidistas, pero se
impuso como instrumento de conocimiento y progreso.
La Universidad en su concepción original
y universal tiende a ser exclusivista.
Pedro Rincón Gutiérrez la hizo democrática por el origen de la autoridad
y su ejercicio, y por el cogobierno; y por ser distribuidora del conocimiento y
formadora de talento para todos, sin restricciones al ingreso, y gratuita. A la vez, la hizo científica para la
generación de conocimientos que aumentaran el acervo científico, filosófico,
humanístico y social, y para solución de problemas de las comunidades. Sería
centro de desarrollo del espíritu y de sublimidad del hombre con el arte. Todos
tenían cabida amistosa y coexistencia en esta universidad. Era de todos, no de
privilegiados.
La supervivencia de
la universidad autónoma y democrática en esos momentos aciagos, provocó una
división de los universitarios, unos en el gobierno que irrumpieron contra la
institución autónoma, y otros en la universidad, protegiéndola, con posiciones
que cambian por su ubicación, gobierno o universidad. La fuerza de la legalidad
impulsada por el Rector Rincón Gutiérrez, la hizo sobrevivir, y por ello, sobrevivirá
esta universidad porque no se podrá construir una unidad nacional contra la
universidad autónoma y democrática, como sí lo fue en el 1958 en su favor.
Se comprometió a formular una universidad global. El compromiso tuvo dos componentes: Primero, el desarrollo jurídico y político de una universidad republicana, democrática y autónoma que elige sus autoridades y su cogobierno periódicamente para garantizar su institucionalidad y su legitimidad de origen y ejercicio.
El segundo componente fue conformar una universidad científica, humanística, filosófica y artística que transcendiera al mundo, partiendo de la base de un modelo residual medieval colonial de encerramiento en un claustro, con su autarquía y sus privilegios. Rompió los muros de este encerramiento centenario de la Universidad y la distribuyó por toda la ciudad y la región andina. Enfrentó las limitaciones del modelo universitario napoleónico de facultades separadas y sólo docentes, instalado en Venezuela desde 1870, dependiente política y financieramente del Estado. Exploró nuevas estructuras para rejuvenecer a esta centenaria universidad en la cual, Cátedras, Escuelas y Facultades Docentes fueron un yugo impuesto por la legislación. Rejuveneció la vieja federación de facultades con cuatro nuevas, Humanidades, Economía, Arquitectura y Ciencias, y con ocho Escuelas Universitarias modernas, con estrategias para la nueva estructura con el Ciclo Básico, y los Departamentos en los Núcleos y la Facultad de Ciencias, así como en Facultades por áreas de conocimiento y no solamente profesionales.
Quedó pendiente la Facultad de Arte, tarea que complementaron las autoridades universitarias, profesores Lester Rodríguez y Humberto Ruiz en su oportunidad. Humanidades y Ciencias serían los pilares de la moderna universidad. Empezó esta tarea con los filósofos Miroslav Marcovich, José Briceño Guerrero y Juan Jiménez Grullón, y con los científicos en el Centro de Ciencias, Roberto Vargas y Marcelo Guillén, y en la propia Facultad, por profesores Alonso Gamero y Antonio Luis Cárdenas.
Hizo convivir una universidad con tradición claustral de maestros, lecciones y memorización, que ejercía presiones políticas inmovilizadoras desde las viejas generaciones, con la preeminencia de la generación de conocimientos científicos y tecnológicos, filosóficos, humanísticos y sociales mediante la investigación y la docencia de postgrado, apoyados en bibliotecas, centros de información y computación, medicina nuclear, radioisótopos, becas, años sabáticos, profesores visitantes, transversalizada esta investigación por el humanismo como lo indicara el modelo alemán de universidad científica y filosófica predicada por Wilhem Von Humboldt, Friedrich Schleiermacher y Karl Jaspers. A este fin, creó diez y siete institutos de investigación y ocho centros de servicios para su apoyo.
La dependencia de un déficit fiscal permanente la complementaba con recursos extra presupuestarios, obtenidos en negociaciones con el Ministerio de Hacienda y el Congreso Nacional, donde su voz se escuchaba, y con una administración de los recursos por los investigadores y no por una maraña administrativa, lo que facilitó el desarrollo científico y las publicaciones a nivel de Brasil, Argentina, México.
Estimuló que la Universidad fuera un centro para el desarrollo espiritual, intelectual y del talento para dar capacidad, firmeza, versatilidad y comprensión de la sociedad y de sus hechos como lo señalara el cardenal John Henry Newman, padre de la educación universitaria liberal inglesa.
Creyó que la universidad sirviera para resolver problemas de la comunidad, tal como es la orientación universitaria norteamericana desde Benjamín Franklin, a cuyo efecto, promovió la formación comunitaria de los estudiantes de medicina en áreas rurales, ayudó a la creación de grupos cooperativistas y ambientalistas, entes de impacto regional como CORPOANDES, y locales como el Teleférico, el Liceo Nocturno Florencio Ramírez para trabajadores, programas lácteos en Santa Rosa El Joque, Betijoque y ganadero en El Cenizo, conservación y explotación para la docencia y la industria de bosques en Mérida y Barinas, programas ambientales en Boconó, empresas madereras, farmacéuticas, librerías.
Una universidad autónoma,
democrática como modelo político y jurídico convivió con una universidad
científica, una universidad para la formación del espíritu y para el
mejoramiento de las comunidades, complejidad soportada en un criterio de
“autorictas universitaria”, no “mandando, sino amando, sugiriendo, enseñando”, sin
imposición de jerarquías, disciplinas, debida obediencia ni castigos como en
otras instituciones donde conviven jóvenes como la iglesia y los cuarteles. La
ilusión que no volverá.
Mérida era una
ciudad aislada entre montañas, una cuadrícula colonial superviviente, limitada
por las Plazas de Milla al norte, Glorias Patrias al sur y las barrancas de los
ríos Chama al este y Albarregas al oeste. El rector Rincón Gutiérrez fue un
gran urbanizador, que cambió la geografía y la demografía de la ciudad.
La
inserción de la ciudad en este proceso humano, nacional y universitario.
Mérida era una ciudad aislada entre montañas, una cuadrícula colonial superviviente,
limitada por las Plazas de Milla al norte, Glorias Patrias al sur y las barrancas
de los ríos Chama al este y Albarregas al oeste. El rector Rincón Gutiérrez fue
un gran urbanizador, que cambió la geografía y la demografía de la ciudad.
Una primera protección para la ciudad fue la adquisición por la Universidad,
encabezada por Pedro Rincón Gutiérrez, de las principales haciendas que
rodeaban a la ciudad, que habían empezado a convertirse en zonas de invasión,
sub urbanizadas, con talleres, depósitos y otros usos similares como ya sucedía
en Campo de Oro y Liria. En su lugar, se asentaron los Núcleos de Desarrollo de
la Universidad, concebidos por el Rector y soportados por los arquitectos Iñaki
Zubizarreta de la ULA, W.R. Hachler, contratado por el MOP y Héctor Caminos del
Instituto Tecnológico de Massachusets. Utilizó
las ideas claras, proyectos factibles y la convergencia y apoyo político para
la adquisición de la Hacienda Campo de Oro y Santa Elena, sede del Núcleo
Médico Biológico y del HULA, al lograr la anuencia de los ministros de Sanidad,
el Dr. Espíritu Santos Mendoza, y de Educación, Dr. Rafael Pizani, y el apoyo incondicional
de los sucesivos ministros de Obras Públicas, Andrés Sucre, Leopoldo Sucre
Figarella y José Curiel Rodríguez y de los presidentes Raúl Leoni y Rafael
Caldera, frente a quienes demostró su condición de estadista universitario. Conformó un grupo de apoyo político unitario
conformado por los señores Edmundo Izarra de COPEI, Mario Oberto Camejo de AD,
Miguel Weir de URD, Julio Jáuregui López del PCV, Eccio Rojo Paredes del
Arzobispado, Leopoldo Garrido del Concejo Municipal y Jorge Luzardo de la
Gobernación del Estado, con la asesoría jurídica del Dr. Ramón Mazzino Valeri.
Luego adquirió las Haciendas Santa María, la Finca El Milagro y la Loma de
José; Hacienda La Hechicera, asiento del Núcleo Tecno Científico; Hacienda
Liria, sede del Núcleo Humanístico y Social. Hacienda La Magdalena donde se construyó
el Edificio Administrativo, y terrenos en la Avenida Tulio Febres Cordero.
Mostró una solidaridad social con la gente, las instituciones y la
propia ciudad, que condujo al cambio de su demografía, que se materializó en zonas
residenciales para profesores, empleados y obreros universitarios, asentadas en
parte de estas haciendas; y para los ciudadanos junto con el Banco Obrero e
INAVI, en donaciones en la Urbanización Humboldt, Santa Mónica, Los Sauzales,
Pinto Salinas y La Campìña en Ejido. Estación eléctrica de CADAFE en la
Urbanización Humboldt. Edificio de CANTV en la Hacienda Santa María. Estadios,
piscinas.
Donaciones de terrenos para vías de comunicación en la Avenida
Universidad y el enlace Santa Mónica a Santa Juana; iglesia San Juan Apóstol,
Plaza de Toros, Liceo Alberto Carnevali, Colegio de Abogados, ahora APULA, CEAPULA, Universidad Nacional Abierta, MINDUR,
CONICIT, CIDA, CIDIAT, Escuela Técnica Manuel Pulido Méndez, Casa Sindical,
Cruz Roja, Hospital Universitario de los Andes, lo que además de la
reurbanización, generó un importante cambio
en el comercio de materiales de construcción, pensiones
y residencias, restaurantes, lavanderías, cines, bares. Una ciudad de servicios
para una ciudad cosmopolita que atrajo y brindó talento.
La universidad difusora del arte y la cultura
La sublimidad de la gente fue también preocupación. Exclaustró la
cultura, al traer a la universidad y a la ciudad, distinguidos representantes
del teatro, música, guignol, literatura, cine, pintura, escultura, arte, ballet.
El deporte no fue ajeno.
Corolario
La ciudad y la
universidad vieron en el Dr. Pedro Rincón Gutiérrez el hombre sin poses, que era
un obrero entre obreros, un artista entre artistas, un científico entre
científicos, un rector entre rectores; con el trato afable y la palabra
agradable que recaía en el obrero con botas y barro, el estudiante con el brazo
levantado en protesta, el profesor en su aula o laboratorio, el funcionario con
sus normas, y el magistrado y el prelado con su ceremonia. Todos eran iguales,
porque con todos construyó la obra que hoy reconocemos.
“Un Rector que llevó a una Universidad y a una Ciudad
por dentro”
Muchas gracias
Roberto Rondón Morales.
Miradas Múltiples.
Foro 25 de mayo de 2023