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martes, 4 de julio de 2023

Acción, desarrollo y logros de la Facultad de Ciencias: periodo 1970-2020 - Dr. Néstor Añez



(Ponencia presentada en el foro HUMANIDADES Y CIENCIAS, DOS FACULTADES CREADAS POR EL RECTOR PEDRO RINCÓN GUTIÉRREZ, realizado en la Cátedra Simón Bolívar de la Facultad de Humanidades y Educación, el día 28 de junio de 2022)


ENERGIA DE ACTIVACION Y DESARROLLO 

Sin duda, toda la acción generada y dirigida desde la UCV, el IVIC y ASOVAC hasta la ULA, personalizada por De Venanzi, Marcel Roche, Alonso Gamero y recibida, con aprecio e interés de académico genuino, por el rector Rincón Gutiérrez, contenía también la esencia predicada por Humberto García Arocha, Félix Pifano, Werner Jaffé y Alfredo Planchart, entre otros, quienes coincidieron en que ya era tiempo de plantear para Venezuela políticas científicas, necesarias para encaminar un sistema moderno de ciencia y tecnología en sentido universal. Tal como advirtieron los líderes de la ciencia venezolana de la época, no hubo dudas sobre la magnitud del compromiso de institucionalizar la actividad científica en el país, donde la ciencia era solamente practicada como actividad complementaria en algún ejercicio profesional.

La idea expresada parece cobrar fuerza en 1967, cuando se promulga la Ley de creación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT), tomando la iniciativa de la planificación y financiamiento de la ciencia, diseñándose lineamientos de una política científica para Venezuela, pensándose en un desarrollo tecnológico distinto al generado por la industria petrolera. En el mismo se diseñaron lineamientos de políticas científicas tendientes a apoyar en primer lugar la investigación básica, acaloradamente defendida por los primeros programas de la institución y sus directores (Marcel Roche, Miguel Layrisse, Ernesto Palacios Prú y Tulio Arends) quienes eran investigadores del área biomédica y del Dr. Pedro Obregón, Investigador de ciencias del agro.

Para la fecha de instalación oficial de la facultad de Ciencias en la ULA, ya se había establecido compromiso con investigadores dispuestos a asumir el reto de levantar y prestigiar la actividad de investigación en la recientemente creada institución en los Andes venezolanos. La misma planteaba características estructurales diferentes a las del común de las facultades de la universidad venezolana y merideña. Se pensaba en una facultad de cuatro departamentos, sin considerar la estructura burocrática de las escuelas, en la que cada miembro pudiera tener acceso directo a la oficina de atención y ejecución de los planes aprobados. Se discutía, asimismo, sobre la novedad del proceso de departamentalización y su efecto sobre el “establishment” de la cátedra y su regente sempiterno, un académico, especie de agente poderoso controlador de la organización de la rancia alcurnia universitaria desde tiempos inmemoriales en la serrana altiva. Con recelo, poco disimulado, los decanos de algunas facultades, poco avezados en lides de investigación, alzaban su voz de protesta en el consejo universitario cuando el representante de Ciencias, solicitaba recursos para obtener literatura específica para sus fines, objetando la compra de libros en idiomas “que ni se entendían”, lo cual fue tolerándose y desapareciendo con el tiempo. 

La decisión fue tomada, serian cuatro departamentos: Biología, Física, Matemática y Química, ¿sería similar a las escuelas establecidas en la facultad de Ciencias de la UCV? A pesar de la interrogante, el proceso de contactar, contratar, persuadir investigadores experimentados en las áreas mencionadas continuaba y, ya para 1971, algunos departamentos se habían constituido en grupos, dirigidos por investigadores lideres nacionales y/o extranjeros, con amplia experiencia en instituciones de varias partes del mundo dispuestos a desarrollar sus propias líneas de trabajo, sin preocuparle mucho la conexión de los grupos vecinos del mismo u otro departamento, ergo, no hubo un acuerdo previo sobre una política de investigación para la nueva facultad.

Por otra parte, la facultad de ciencias se creó siguiendo la asesoría y sugerencias, entre otras, del afamado antropólogo brasilero Darcy Ribeiro, quien en principio justificaba que los miembros de los departamentos de ciencias podrían auxiliar a facultades como medicina en el área de Biología, Bioquímica y Genética; Ingeniería y Arquitectura en las introductorias sobre física y matemáticas, con lo cual también se concibió la idea de una masificación para la ULA, atendida en principio por el personal de la recién creada facultad de ciencias.

Jóvenes recién egresados de las distintas instituciones universitarias del país acudieron a Mérida en busca de una oportunidad para ingresar a grupos de investigación con la finalidad de convertirse en investigadores bajo la egida de experimentados científicos llegados a esta urbe atraídos por la idea de desarrollar sus propias líneas de trabajo, muchas de ellas comenzadas en otras latitudes. Así fueron constituyéndose en grupos atendiendo docencia básica concebida como el pretexto para insertarse en alguna línea de investigación en desarrollo. El entusiasmo se mantenía en los recién incorporados con la promesa de la creación de la carrera del investigador y de un sistema de ciencia y tecnología en institutos de alto nivel donde se practicaría tal actividad o, en su defecto, la oportunidad de ser enviados a centros de excelencia para su formación científica. A pesar de esto, el ruido hacía eco sobre el hecho de que una facultad no puede asumir simultáneamente la investigación y la docencia que abarca miles de estudiantes, lo cual indicaría un deterioro en el proceso de enseñanza y distracción de investigadores de sus labores principales en laboratorios financiados para tal fin. No obstante, reconocido el riesgo, la actividad iba in crescendo en la mayoría de los grupos de cada departamento en los cuales los nuevos investigadores con ahínco se aferraban al aprendizaje del quehacer de la ciencia básica para asirla como modus vivendi disfrutando lo que hacían y soñando con la posibilidad de insertarse en los centros de excelencia del mundo desarrollado para demostrar el talento y la satisfacción de haber encontrado el disfrute por la actividad escogida.

La situación económica del país, por el precio alcanzado por el rubro de mayor producción, permitió dotación de equipamiento, partidas para soporte de la actividad de investigación (la recordada partida 50), apoyo para asistencia a congresos internacionales, muchas y buenas suscripciones en los medios de difusión de la investigación científica mundial, lo cual redundó en el crecimiento de los grupos formados en los departamentos, independientemente de la falta de comunicación entre ellos o entre los  varios departamentos. Como resultado durante este estadio hubo producción científica suficiente para desarrollar proyectos con cuyos resultados se prestigiaban los grupos y sus miembros. En esta etapa se produjo la salida de muchos miembros de los distintos grupos a diferentes centros del primer mundo en busca de formación en áreas definidas, exclusivamente, por el interesado y el líder del grupo.

 

RETORNO DE ESPECIALISTAS Y MAXIMO RENDIMIENTO

Con la entrada a la década de los 80, llegó la tan ansiada mudanza hacia el edificio A del Complejo “La Hechicera” (hoy Núcleo Universitario Pedro Rincón Gutiérrez) y la coincidencia de los cuatro departamentos en un mismo lugar, ofreciendo la facultad de Ciencias la imagen de una estructura más sólida, que la mostrada durante la década pasada, la cual reflejaba una confederación de grupos dispersos alrededor de las facultades de Medicina e Ingeniería.

Dos hechos fueron inmediatamente observados, el encuentro entre investigadores de distintas disciplinas, lo cual provocó una cierta integración entre miembros de los distintos departamentos, apareciendo colaboraciones para atacar problemas con distintas visiones, dando paso a un proceso de interacción de saberes lo cual fue muy beneficioso. Por otra parte, se observó una tendencia de los especialistas que, iban reincorporándose, a proponer nuevas líneas de trabajo, que más tarde fueron convirtiéndose en nuevos grupos, separándose de los objetivos del grupo iniciador y haciendo más compleja la estructura de los departamentos. De esta forma, en algunos departamentos hubo la formación de hasta siete u once nuevos grupos a partir del grupo originario de los años 70, los cuales solicitaron reconocimiento y participación ante el departamento respectivo como nueva estructura.

Sin duda, esta diversificación permitió la incorporación de muchas y nuevas líneas de investigación, actualizando el conocimiento que se impartía en la docencia especializada en todas las áreas. Asimismo, crecieron las redes de asociación de tales grupos con pares de instituciones regionales, nacionales e internacionales, influyendo en el incremento de la producción científica de la facultad de ciencias como un todo, lo cual fue valorado por los organismos locales (CDCHT), nacionales (CONICIT) e internacionales, tomando en consideración el número y calidad de publicaciones científicas, proyectos de investigación desarrollados, participación en docencia de postgrados, frecuencia de asistencia a congresos nacionales e internacionales, formación de grupos interdisciplinarios y transdisciplinarios. Gráficamente, este hecho puede resumirse recordando la frecuencia de encuentros de investigadores de la facultad en aeropuertos del mundo para asistir a eventos de carácter internacional de alto rango científico, por invitación especial, o por el apoyo dado por la ULA a través del CDCHT y por el CONICIT, reconociéndose la importancia de la participación y el contacto con los pares científicos del mundo desarrollado.

Parte de la evidencia de lo anteriormente expresado, se encuentra en los registros del CDCHT durante las décadas 1980-1990, en la que cerca del 70% de los proyectos subvencionados por este organismo provenían de Ciencias. Asimismo, el número de publicaciones registradas permitió a la ULA un sitial a nivel nacional superando instituciones que antes predominaban en producción científica nacional. Complementa esta información la cantidad de galardonados, por ejemplo, los del Premio Polar, instituido por la empresa privada para reconocer el talento científico nacional, habiéndose premiado durante el periodo 1985-2017, a 17 investigadores de la ULA, siendo 14 de ellos (82%) investigadores de la planta profesoral de la Facultad de Ciencias. Asimismo, durante el periodo 1992-2014, los premios regionales otorgados en Ciencia y Tecnología por FUNDACITE-Mérida, incluyendo mejor trabajo en Biología, Física, Matemática y Química, Premio Regional en Biología, Física, Premio Grupo de investigación, se registra un total de 32 galardonados. En relación con Premios nacionales otorgados por CONICIT/FONACIT, se registran Premio nacional en Ciencia y tecnología en 1981, 2016 y 2017, además de varios galardonados por mejores trabajos científicos en las distintas áreas del conocimiento.

 

INICIO DEL CAOS

 En la postrimería del pasado siglo XX, mientras el mundo desarrollado utilizaba la ciencia básica para la aplicación de sus resultados en la solución de problemas tecnológicos, y estaba planificando el uso de la inteligencia artificial para incrementar la eficacia de los procesos tecnológicos en pro de la humanidad, en Venezuela los encargados de los organismos oficiales de conducción y gerencia de la ciencia, discutían si había sido buena decisión haber dedicado los pasados 50 años apoyando la ciencia básica, sugerida por los pioneros ya antes mencionados en esta conversación. Por otra parte, otros hacían críticas por la falta de una eficaz conducción hacia las llamadas ciencias aplicadas, más allá de las que se hacía en la industria petrolera o en la Corporación de Guayana para el desarrollo de técnicas encargadas de explotar los minerales de la zona. Asimismo, la clase política nacional un tanto alejada durante el periodo de las decisiones tomadas en el sector científico, opinaban con poco respeto sobre los científicos y sus resultados, expresando sin rubor su ignorancia sobre la ciencia y su rol en el país, sugiriendo la necesidad de su injerencia para gerenciar la misma.

Comenzando el siglo XXI, el gobierno recién constituido propuso y aprobó la sustitución del CONICIT por la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, con la intención declarada de “resolver problemas cuyo origen no solo residen en la escasez de recursos, sino en insuficientes políticas de fomento y apoyo a la ciencia y a la tecnología” y, poco tiempo después el 18 de octubre de 2005, se dio a conocer el llamado Plan Nacional de Ciencia e Innovación 2005-2030. Para este plan, el norte fue la implementación de un modelo de país dirigido al logro de una mayor soberanía e inclusión social, expresándose como un programa político direccional. Sin embrago, poco tiempo después, el presidente de la República anunció la creación de la Misión Ciencia, definida como una política pública donde la Ciencia y la Tecnología fueran de la mano del pueblo organizado, pasando el plan nacional 2005-2030 a un segundo plano, sin haber comenzado a ejecutarse.

Para justificar el subtítulo, inicio del caos, utilizado en esta parte de la conversación, la referencia apropiada parece estar en los extraños mensajes y conceptos derivados del sector oficial, los cuales resultan incomprensibles para quienes estén medianamente enterados del significado, responsabilidad y alcance de la actividad científica, ya que los mismos parecen distorsionados si se comparan con la base ideológica del significado de una política científica nacional que, ni los intelectuales más cercanos al gobierno podrían justificar sin recurrir a frases efectistas que, invocan al pueblo organizado y no a la comunidad científica como factor fundamental en la formulación de tan especificas políticas públicas, lo cual, a su vez, es complementado con arengas desproporcionadas por parte de algún ministro de ciencia y tecnología, vociferando ligera y jactanciosamente que, “no será posible el socialismo del siglo XXI, sin colocar la ciencia y la tecnología al servicio de la consolidación del proyecto bolivariano”. ¡Huelgan los comentarios! No es secreto el espectacular fracaso de la misión ciencia, y de los muchos ministros de ciencia y tecnología quienes trataron de gerenciar la ciencia en el país con formación o profesiones muy alejadas del conocimiento sobre tan delicada tarea, eje fundamental para el desarrollo nacional.

Por otra parte, es obligante argumentar aquí, sobre los daños que ocasionaron ideas disparatadas como la del Curriculum socialista anunciado con prepotencia por algún ministro de educación universitaria y su propuesta de la creación de cuarenta nuevas universidades, sin contar con docentes capacitados, presagiando el gran peligro que causaría sobre la población más joven de la sociedad venezolana. No es un secreto la situación que vivimos hoy en las universidades nacionales, incluyendo nuestra serrana altiva, la Universidad de los Andes, sometida a una muerte de mengua, que resume la destrucción del pequeño sistema científico y tecnológico logrado hasta hace poco, produciéndole el peor de los daños que puede hacerse a un país como el nuestro y específicamente a nuestra amada ulandina institución, al observar con tristeza extrema la migración de nuestros valores, talentos formados con gran sacrificio que, irán a ser aprovechados por instituciones que nada han aportado para su formación científica, una vez que la situación no le permite sobrevivir en la Venezuela hecha pedazos y sus moradores transformados en pobres de solemnidad. 

 

DESTRUCCION DE LA FACULTAD DE CIENCIAS

Poco a poco, adentrándose la segunda década del presente siglo, como consecuencia de la precaria situación económica de Venezuela, por la insuficiente producción del principal rubro de exportación y su bajo precio internacional, la pérdida del valor de su signo monetario, la implantada vergonzosa corrupción en el sector oficial y el abandono de la institucionalidad, entre otras razones, provocó la conocida masiva migración de los pobladores nacionales, buscando en otras latitudes recursos para sobrevivir y ayudar a mantener a quienes quedaron en suelo patrio, desamparados por la oficialidad y, en la más lamentable miseria. Por si fuera poco, la llegada de la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2 agente etiológico del COVID-19, agravó la situación, repercutiendo en todos los rincones del afectado país.

Lamentablemente, nuestra facultad de ciencias no escapó a la situación vivida y lentamente se fue despoblando del conglomerado profesional que la mantenía, desapareciendo el alegre bullicio característico que imprime la juventud que da razón de ser a la institución.

Vacíos fueron quedando los espacios, dando un aspecto espectral, deprimente para quienes tercamente asistíamos con regularidad a seguir cumpliendo con el deber que la conciencia reclamaba para no acabar con sueños que sobrepasaban medio siglo. Con profunda nostalgia solíamos observar cómo los fantasmagóricos espacios eran visitados y/o colonizados por bandadas de murciélagos y palomas que, reclamaban su nicho ecológico cuando sus previas generaciones eran felices en la hacienda La Hechicera. Estas imágenes que, con el perdón de los poetas y humanistas aquí presentes, traían recuerdos leídos, reflejados en las obras de Miguel Otero Silva, en la Venezuela malárica de las casas muertas, de mitad del siglo pasado, y otras, clavadas en nuestra mente por Juan Rulfo en sus relevantes obras.

No obstante, esta situación, todavía queda reserva en nuestra facultad constituida por quienes nunca la abandonamos y espero que, jamás la abandonaremos, a no ser por el llamado al reposo eterno, cuando la vida nos venza. En este sentido, es significativo declarar aquí que, esa reserva constituida por miembros del personal docente y de investigación, con altos grados académicos, quienes acuden regularmente a su sitio de trabajo para hacer investigación, atender pacientes que requieren sus servicios, redactar resultados, producir artículos para medios de difusión internacionales, escribir libros, atender tesistas y dar clase de postgrado, definidos en un grupo auto nominado como “Un Club de Pendejos”, del cual yo soy el presidente, estaremos esperando el retorno de quienes se marcharon o quienes se incorporen para reiniciar los sueños comenzados en la década de los años 1970, sin prisa y con el mismo empeño.

Otro aspecto que no debo dejar para justificar el subtítulo de esta última parte de la conversación, es la agresión jamás vista en nuestro país contra los bienes nacionales u objetivos civiles como la universidad, en general, y nuestra facultad de ciencias en particular.

La horrible y desmedida destrucción sufrida por las universidades autónomas del país, incluyendo incendios en partes fundamentales de la academia en la UDO, LUZ, hurtos de aparatos o destrucción con saña de equipos en laboratorios de la UCV, UC, UNEFM, pareciera una nueva característica cultural aparecida en el comportamiento de nuestra población. Dejando la ULA para explicar con detalle lo que sucede en otras instituciones, hemos sido testigos como víctima del saqueo y la destrucción de nuestra universidad y nuestra facultad de Ciencias. El saqueo de laboratorios completos, robándose equipos electrónicos, destruyendo valiosos equipos obtenidos por convenios para labores específicas de investigaciones de alto nivel, denota que, quien destruye no quiere dejar huella de la actividad, o no comprende el significado del acto destructivo. Atentar contra los servicios de comunicación, incluyendo telefonía, red de internet, además de electricidad, pareciera que son sustracciones por encargo por la cantidad de material sustraído. Cargar con una guillotina industrial de un centro de publicación que pesa toneladas pareciera que es una actividad programada y con muchos recursos, amén de complicidad de alta rango. Desfalco de departamentos de servicios completos (carpintería, taller electromecánico) pareciera tener clientes capacitados para recibir aparatos y herramientas específicas.

Este panorama descrito produce un peor efecto que, el nivel de migración y/o deserción de quienes formaban parte de este noble conglomerado. Sin embargo, el efecto que causa mayor depresión es la abulia, apatía o la “ignava ratio” (la perezosa razón) con que los responsables de la administración universitaria toman los hechos. Pareciera que nuestras autoridades están aceptando este cambio cultural jamás observado en las pasadas generaciones de venezolanos.

Finalmente, luego de esta reflexión que ustedes tan amablemente me han permitido hacer sobre lo que fue, y es hoy día, nuestra facultad de Ciencias de la Universidad de Los Andes, me queda una interrogante obligada que, con dolor profundo expreso en este selecto auditorio reunido alrededor del afecto a nuestro epónimo de hoy: ¿Merece Perucho este decepcionante desenlace de su hija predilecta, en la conmemoración del centenario de su aparición?