(Palabras del Rector de la Universidad de Los
Andes Dr. Pedro Rincón Gutiérrez en ocasión de inaugurarse la primera reunión
de la Unión Internacional de Institutos de Investigación Forestal en América
Latina. Mérida, 3 de octubre de 1977)
Corría el año 1948 cuando una reunión del Consejo Nacional de Universidades realizada en esta ciudad aprobó la creación de la Escuela de Ingeniería Forestal en la Universidad de los Andes. Pocos en realidad habrán imaginado entonces que comenzaba en ese instante una de las etapas que más honra a la señera Casa de Estudios andina: el rápido y positivo desarrollo de los estudios forestales que se ha producido en su seno.
Efectivamente, y al producirse 29 años del
establecimiento de esa pionera escuela y 25 de su pase a la condición de
facultad, podemos señalar con merecido orgullo el brillante camino abierto es
ente vital sector de la ciencia en poco más de un cuarto de siglo: la
adscripción de la Escuela de Capacitación Forestal, la radicación del
I.F.LA.I.C., la creación del Instituto de Geografía y Conservación de Recursos
Naturales; del Laboratorio Nacional- de Productos Forestales; del Instituto de
Silvicultura, la Escuela de Geografía, el Centro de Estudios Forestales de Post
grado y, por último, el pase a la esfera de la Facultad de Ciencias Forestales
del Instituto de Investigaciones Agropecuarias, que anteriormente dependía del
Rectorado, nos permiten afirmar que huelgan los comentarios cuando los datos
abruman. La Universidad de Los Andes exhibe ante el país, América Latina y el
mundo una de las organizaciones forestales con carácter de modelo a seguir por
muchas instituciones congéneres. En ella, docencia, investigación y extensión
en el campo forestal se imparten con una estructura adecuada y con el más
científico y honesto criterio ecológico. Quiero pues, aprovechar esta ocasión
en la cual una prestigiosa organización mundial como la Unión Internacional de
Institutos de Investigación Forestal ha decidido reunirse en Mérida, llevar en
nombre del Equipo Rectoral, a la par de nuestro más sentido agradecimiento a
los directivos del IUFRO por haber dignado a esta Casa de Estudios con esa
decisión, nuestro más sentido reconocimiento y gratitud, a quienes han hecho
posible la realidad que acabo de enunciar. Para todos ellos, que escapan en
nombres a la memoria, esta cálida congratulación ante la misión cumplida.
La adscripción de la Escuela de
Capacitación Forestal, la radicación del I.F.LA.I.C., la creación del Instituto
de Geografía y Conservación de Recursos Naturales; del Laboratorio Nacional- de
Productos Forestales; del Instituto de Silvicultura, la Escuela de Geografía,
el Centro de Estudios Forestales de Post grado y, por último, el pase a la
esfera de la Facultad de Ciencias Forestales del Instituto de Investigaciones
Agropecuarias, que anteriormente dependía del Rectorado, nos permiten afirmar
que huelgan los comentarios cuando los datos abruman. La Universidad de Los
Andes exhibe ante el país, América Latina y el mundo una de las organizaciones
forestales con carácter de modelo a seguir por muchas instituciones congéneres.
Refiriéndome ya en forma específica al
evento que hoy nos congrega, quiero resaltar que deseamos para la misma el
mayor de los éxitos, sabido cómo es que los temas a tratar, pese a tener
importancia para la investigación forestal en general, tienen que ver de manera
particular con los tipos de maderas más habituales en nuestros bosques.
Y quiero dejar claro que no debe inferirse
de esto ningún criterio de marca localista. Sólo el conocimiento cabal que
pueden surgir de las deliberaciones aquí emprendidas recomendaciones para
nuestro país muy importantes, como es la política a seguir en el campo forestal
para romper la dependencia en el campo de la investigación y la tecnología, lo
cual debe tener repercusiones positivas para nuestro tan angustiado problema de
la conservación de los recursos naturales renovables.
Que esta primera reunión de la Unión
Internacional de Institutos de Investigación Forestal que se realiza en América
Latina deje los frutos deseados. Por nuestra parte, estaremos prestos a recoger
conclusiones aquí obtenidas para darles todo el apoyo institucional posible, en
la seguridad de que el esfuerzo mancomunado por el desarrollo de la ciencia y
la justa aplicación de la misma es una obligación ineludible de nuestro tiempo.
Señores
Mérida, 3 de octubre de 1977