(Palabras
pronunciadas por el Rector de la Universidad de Los Andes, Dr. Pedro Rincón
Gutiérrez, en ocasión de realizarse la VIII Convención Nacional de Ingenieros
Forestales de Venezuela - Caracas, 12/06/79)
Indudablemente, el problema de uso, fomento
y restauración de los recursos naturales renovables concita en forma creciente
la atención de los sectores más responsables de los países dependientes, hoy
denominados del Tercer Mundo.
En efecto, tan grande ha sido la depredación por ellos padecida que sólo la reacción indignada de nuestras expoliadas naciones puede poner punto final a esta prolongada y peligrosa situación.
Por eso, hoy, cuando la defensa de nuestros
mejores recursos amenaza con transformarse en moda válida para otorgar
inmerecidas credenciales, conviene sentar posición, para tratar, humildemente,
de esclarecer algunos aspectos que hacen al tema.
No nos dejemos sorprender de nuestra
buena fe y recordemos que todo programa de educación conservacionista sólo
puede ayudar a que el pueblo posea una mayor comprensión sobre este grave
problema, pero que dicho problema nunca podrá ser erradicado mientras no seamos
dueños absolutos de nuestros recursos y de nuestro destino. No permitamos que
los árboles nos impidan la visión del bosque, como decía, con otras palabras,
el viejo Hegel.
En primer lugar, y a diferencia de quienes
estiman que el problema de la conservación de los recursos naturales renovables
viene a ser algo así como la lucha por educar a nuestras gentes sencillas sobre
la importancia que tiene un árbol o un río en el contexto de un paisaje
determinado, creemos que viene al caso recordar que nuestros mejores bienes
naturales no han sido destruidos ni enajenados por los pobres y marginales
venezolanos, sino por las grandes empresas transnacionales, que hoy.
semi-dueñas de nuestras tierras y dueñas absolutas de los mercados
internacionales, determinan nuestra explotación y nuestra producción en aras,
de sus intereses, y no en pro de la conveniencia de la nación venezolana. He
allí, entonces, la fuente de nuestra fundamental preocupación. No nos dejemos
sorprender de nuestra buena fe y recordemos que todo programa de educación
conservacionista sólo puede ayudar a que el pueblo posea una mayor comprensión
sobre este grave problema, pero que dicho problema nunca podrá ser erradicado
mientras no seamos dueños absolutos de nuestros recursos y de nuestro destino.
No permitamos que los árboles nos impidan la visión del bosque, como decía, con
otras palabras, el viejo Hegel.
Reconocemos que los productos forestales
ayudan a las poblaciones a elevar el llamado nivel de vida. Sin embargo, vale
la pena preguntarse aquí ¿Cuál es el sector de la población que se está
beneficiando del proceso productivo forestal?
En otro orden de cosas, y atendiendo ya al
sector forestal, digamos que entendemos de necesidad imperiosa el apartarnos de
la mentalidad tanto desarrollista, vorazmente utilitaria, como la
conservacionista meramente contemplativa y proteccionista a ultranza, para
poder generar respuestas sólidas y efectivas también a este árido asunto. Todos
estamos de acuerdo en que los productos del bosque desempeñan una función
esencial en las actividades sociales y económicas de los pueblos contribuyendo
a que se alcancen determinadas condiciones de bienestar material y espiritual
de la humanidad, y todos compartimos también el criterio de que el crecimiento
económico que se deriva de la explotación del recurso forestal debería generar
un alza del nivel de la vida y de la obtención de bienes materiales. Sin
embargo, si echamos una mirada al léxico que utilizamos, observaremos que el
más preciado producto de los bosques -la madera- se ha convertido en un bien
material de difícil adquisición para los sectores mayoritarios del país, y el
proceso de su producción ha conllevado al desprecio del espacio verde y los
valores estéticos de los paisajes, la destrucción de la madera en crecimiento,
la explotación inhumana e intensiva de la mano de obra liberada por la
agricultura y, en líneas generales, la degradación ética, en último caso, de
dicha explotación.
También aquí se hace imprescindible la
opinión comprometida que debe corresponder a todo venezolano que no ha
entregado su mano y su conciencia.
Reconocemos que los productos forestales
ayudan a las poblaciones a elevar el llamado nivel de vida. Sin embargo, vale
la pena preguntarse aquí ¿Cuál es el sector de la población que se está
beneficiando del proceso productivo forestal? ¿Cuáles son las consecuencias de
las concepciones que predominan sobre el carácter de esta explotación y por qué
ocurre ello? Hace pocos días leímos en la prensa nacional sobre el papel de las
transnacionales en la Amazonia, y encontrábamos con relativa sorpresa -el
hombre nunca pierde su capacidad de asombro- que dichas empresas planeaban la
deforestación de la selva más extensa de América Latina en aras de los
requerimientos de madera y papel del mercado internacional. Nos preguntamos
nosotros: ¿Ha visto alguien, en su visita a los Estados Unidos o al Canadá
algún tipo de tratamiento irracional de los recursos forestales de esas
naciones? ¿La ha podido ver en Francia, en Inglaterra, en Alemania, en Holanda,
en Suiza, en todas aquellas naciones de capitalismo altamente desarrollado? La respuesta
es no. Y no ocurre así, porque el capitalismo tradicional ha establecido una
política de expoliación de nuestros recursos que les permite mantener los suyos
en estado de reserva y los nuestros en estado de riqueza, para ellos, claro está.
Por ello, no debemos engañarnos y limitar el problema a lo pequeño: al
funcionario que no conoce bien cómo se combate la enfermedad de determinada
especie arbórea, al campesino que quema para sembrar en su conuco y así
sobrevivir, a la mayor o menor cantidad de hectáreas que debe poseer la reserva
forestal, a la cantidad de árboles que debemos sembrar en la semana del árbol.
Eso es lo secundario que debe ser atendido y planificado en función de una
estrategia mayor- la de la recuperación plena de nuestros recursos naturales
renovables; el por qué la madera ha dejado de pertenecer al mobiliario y a las
construcciones de las viviendas humildes del país; el por qué el papel no llega
a las manos de cientos de miles de analfabetas venezolanos, el por qué no se
reforesta en la medida en que se explota y el por qué los campesinos y el
Estado, dueños naturales del recurso forestal, ven como el mismo se escapa, ora
entregando una baratísima mano de obra, ora otorgando el permiso para que sean
los intermediarios y los sectores directos de las empresas foráneas los
beneficiarios de los excedentes que representan la expoliación y la destrucción
de nuestros mejores recursos, los cuales emprenden el viaje sin retorno,
entendido éste en el mejor sentido posible.
El capitalismo tradicional ha establecido
una política de expoliación de nuestros recursos que les permite mantener los
suyos en estado de reserva y los nuestros en estado de riqueza, para ellos,
claro está
Me he atrevido hoy a formular ante ustedes,
en este evento, estas reflexiones. Me ha llevado a ello la necesidad de salir
al paso a tanta versión inadecuada sobre esta problemática, y el saber de la
consecuente actitud de compromiso positivo de la Sociedad Venezolana de Ingenieros
Forestales, hoy presente en este selecto auditorio.
De nuevo debo expresar a la Sociedad
Venezolana de Ingenieros Forestales mí íntima complacencia y mi acendrada
gratitud porque siempre me permiten acompañarlos en esta importante jornada que
compendia el esfuerzo de los forestales en los diversos campos de su actividad
profesional. Tuve la honra de estar presente, a pocos días de haber sido
designado rector, en la primera convención que realizaron los ingenieros
forestales al despertar Venezuela a la vida democrática, creo no haber faltado
a las que se sucedieron a lo largo de mi prolongada gestión rectoral y también los
acompañé en la VII convención (en 1972) pocos días antes de separarme de la
rectoría de la U.L.A.
Viene al caso recordaros aquel aserto que
destaca la importancia de algunas profesiones y el cual reza así, los errores
de los médicos se entierran, los de los ingenieros se derrumban, los de los
abogados se archivan, los de los educadores se multiplican. Pues bien, uds.,
los forestales, comparten con los educadores la grave responsabilidad de
enseñar a vivir al hombre en fecunda concordancia con su medio natural y en la
labor cotidiana de edificar su habitat
Puedo deciros que nada de lo que le ha
ocurrido a los forestales me ha sido ajeno. Muy de cerca he seguido como leal
amigo las vicisitudes y avances de vuestra profesión y la trayectoria
ascendente de la sociedad que os agrupa. Nos enorgullece que cada vez vuestras
ejecutorias se hagan sentir más en las líneas de acción en las que debéis
compartir serias responsabilidades con profesionales de otras ramas y, en
cambio, nos aflige el que muchas veces no seáis tomados en cuenta cuando se
trata de grandes proyectos donde vuestra presencia es necesaria. Y esa
aflicción sube de tono cuando querellas menudas y subalternas, aún dentro de
vuestro centro de formación, distraen esfuerzos que debéis aplicar al análisis
reflexivo, creador, para contribuir a esa segunda civilización que el hombre
debe construir incansablemente en estrecha interacción con la naturaleza. Es
lamentable que se dilapiden energías en acciones hostiles que no conducen a
debates esclarecedores.
Finalmente, os invito a manteneros cada día
más vinculados a la Facultad que os formó para el mejor servicio de la
Venezuela siempre esperanzada. La acción coordinada de la Facultad y de la
sociedad hará que vuestra voz sea cada vez más alta, que vuestra participación
sea más decisiva en todos los programas donde esté involucrado el patrimonio
vital de un país, como son sus recursos naturales y, particularmente, de
aquellos que pueden hacerse permanentes si se los utiliza con sensatez. sabiduría
y sentimiento patriótico.
Y para finalizar, viene al caso recordaros
aquel aserto que destaca la importancia de algunas profesiones y el cual reza
así, los errores de los médicos se entierran, los de los ingenieros se
derrumban, los de los abogados se archivan, los de los educadores se
multiplican. Pues bien, uds., los forestales, comparten con los educadores la
grave responsabilidad de enseñar a vivir al hombre en fecunda concordancia con
su medio natural y en la labor cotidiana de edificar su habitat. Estoy seguro
que ustedes jamás se prestarán para menguar los recursos vitales del país,
deteriorar el paisaje y degradar el nivel de vida de los venezolanos hasta
amenazar su supervivencia.
Caracas, 12 de junio de 1979